"Si matas y maltratas, cómo quieres que te quieran. Sólo saben dar excusas, cobardes excusas. Estaba en riesgo mi vida, tenía miedo, dicen..."
"Los policías de ahora se quejan como niños de que no quieren hacer sus deberes. Tienen miedo. Un policía con miedo es un policía mal preparado. No se puede ejercer este oficio con miedo".
"Un policía te puede matar, porque la ley les permite usar la fuerza.
Decir que lo hace por miedo es cobardía. Es legítimo querer regresar sano y salvo a casa cada noche, pero no a costa de la vida de un inocente".
Todo lo anterior no lo dice ningún político opositor, ni algún candidato de Morena, o los convenencieros panistas a los que se les olvida lo que dejaron de hacer y ahora critican como si estuvieran libres de culpa.
No, todas las anteriores citas entrecomilladas son palabras de un legendario policía que combatió la corrupción entre sus compañeros, que recibió un balazo en la cara por ello y que sobrevivió y se hizo héroe de película, interpretado ni más ni menos que por Al Pacino.
Me refiero a Frank Serpico, que habla en un genial reportaje publicado el domingo pasado en la revista El País Semanal (páginas 50 a 55).
Les recomiendo su lectura. Y el final del texto, que cita el Código de Ética de los Agentes de la Ley en la Academia de Policía de Nueva York: "Como representante de la ley, mi deber fundamental es servir a la humanidad, salvaguardar vidas y propiedades, proteger a los inocentes del engaño, a los débiles de la opresión o la intimidación, la paz de la violencia o el desorden, y respetar los derechos constitucionales de todos los hombre con libertad, igualdad y justicia... mantendré la calma y el coraje ante el peligro...Nunca emplearé una fuerza o violencia innecesarias".
Allí lo deje, para los fines a que haya lugar, como dicen en los oficios burocráticos.