Luego de usar el nombre de su afamado tío Othón Salazar para meterse a la política, Salazar Solorio adoptó un estilo mafioso para apoderarse de los recursos públicos del municipio de Jiutepec, que regentea en favor de su familiar, al más puro estilo del clan desplazado, el de los Tovar.
Es obvio que los vecinos de Jiutepec tienen la culpa de que él sea hoy senador y que siga impune tras su desastroso paso por la alcaldía. Y por si fuera poco, no conforme con lo destrozos propios se las ingenió para dejar herederos y de esa forma darle trabajo a sus parientes, a los de él.
Y esa negra actuación ha terminado por perjudicar al líder moral de su partido, Andrés Manuel López Obrador, cuestionado ya por su silencio ante el asqueroso papel jugado por Salazar y otro senador morenista ante el enésimo atraco a la nación, en este caso el nombramiento del hoy magistrado Medina Mora.
Como estoy en plan propositivo, propongo buscar una palabra más descriptiva para calificar los actos de éste y otros políticos, porque el de traidor no basta, no refleja en daño que impunemente comete en contra de los mexicanos.