No sé si eso les dará votos, pero por lo menos les evitará algunos recordatorios familiares de parte de sus gobernados, los mismos a los que hoy quieren convencer de cometer de nuevo la misma tontería: votar por esa gente incapaz de vivir de forma honrada.
El dinero que se puede destinar a las campañas políticas seguramente es poco para los candidatos, pero es una barbaridad para cualqueir ciudadano, que mira con triteza como ese dinero se hace humo.
La moda que Maricela Sánchez Cortés puso hace una década en el PRI se ha extendido: que cada candidato (excepto los amigos) se rasque con sus propias uñas, para que al partido (a los que lo controlan) les quede algo.
Y vaya que si les quedan. De allí deberían rescarle para hacer algunos de los arreglos que como funcionatios no lograron cumplir.
El pueblo no debería agradecer esos gestos -si es que ocurren- porque son obligación, pero al menos podrá descargar su negra conciencia.