El secretario, sin embargo, cometió un no tan pequeño error en su declaración: el de Mazatepec no es un tiradero común y corriente, sino un relleno sanitario con todas las de la ley que ahora es mal utilizado, pero tiene la infraestructura necesaria para operar sin contaminar, excepto porque a estas alturas el fuego ya debe haber acabado con la geomembrana -una capa de plástico especial que evita (ba) que los lixiviados se filtraran a la tierra.
El tipo de instalación obligaba a combatir ese incendio de inmediato, de forma más efectiva y con mayores recursos, pero tal cosa no ocurrió.
Tampoco pasa en el tiradero de El Naranjo, en Puente de Ixtla, que desde hace meses llena de humo a todos los vehículos que cruzan por la autopista del sol. Hay ocasiones en que en ese tramo a plena luz del día es necesario encender las luces de los autos, por seguridad.
Pero nadie apaga el fuego de manera definitiva, ni en ese ni en otros tiraderos de basura cuyos constructores evaden su responsabilidad mientras los ciudadanos que viven en los alrededores padecen por el aire lleno de humo de sustancias tóxicas. Y todavía promueven como una panacea para dejar de emitir humo la verificación anticontaminante.