Vía el chantaje han logrado terrenos y otros beneficios para sus seguidores, pero no tienen llenadero, ya que aspiran a alcanzar el poder, como en algún municipio del Estado de México donde hasta una gigantesca estatua con forma de antorcha han construido.
En Morelos se han filtrado como la humedad. Hoy reclaman cosas que el resto de los ciudadanos consigue con su propio esfuerzo.
Y lo peor es que el tiempo electoral que vivimos les ha favorecido, pues ha contado hasta con el apoyo de líderes de diversas organizaciones enfrentadas con el gobierno que, al grito de "que se haga el milagro aunque lo haga el diablo", le han dado a los antorchistas una especie de legitimación que no deberían tener.
Claro, toda proporción guardada, es la misma legitimación que institucional que lograron los empresarios de la tortilla en el municipio de Jojutla, donde se aprobó un reglamento que les permite mantener el monopolio del producto y darlo al precio que quieran.
O como la "legitimización" de los taxistas de la zona oriente, quienes decidieron que en cuatro municipios (Miacatlán, Mazatepec, Tetecala y Coatlán del Río) no (no) debe prestarse el servicio de transporte colectivo, excepto el que ellos prestan, y en la tarifa que ellos establecen.
Dar legitimidad a quien no la tiene termina por afectar a la sociedad en su conjunto. Antorchistas, tortilleros, ruteros, taxistas y demás fauna sólo pelean por sus propios y veces ilegítimos intereses.