Creo que la drástica supresión del órgano electoral local y su sustitución por otro nuevo no fue al final un cambio de nombre, sino una sustitución súbita de la experiencia acumulada hasta ese entonces.
Por supuesto, eso deriva de la famosa reforma electoral propiciada por los legisladores afines al presidente Enrique peña Nieto, que entre otras cosas hace posible la reelección.
Lo que querían lograr esos vendepatrias lo lograron y con los accesorios que le pusieron a su reforma crearon los problemas que hoy vive Morelos, donde su órgano electoral recién estrenado no pasó la prueba del ácido y hoy enfrenta una profunda desconfianza ciudadana, una parte real y otra aumentada por las conductas de dos perversos partidos políticos.
Lo cierto es que ahora se necesita un reajuste, o una refundación, aparte de muchas precisiones a lo que dice la ley.
Independientemente de cuándo acabe el conteo de votos en Cuernavaca, el Tribunal Estatal Electoral tendrá en sus manos procesar las denuncias, aunque no darles una solución definitiva, porque seguramente nadie aceptará sus sentencias y se irán a la siguiente instancia.
Una vez resueltas, no hay garantía de que las inconformidades se apagarán, porque crear disturbios para luego solucionar el problema es una táctica habitual de "líderes" y de partidos.
Y toda la cuota que tengan que ceder las nuevas autoridades al final la pagarán los mismos de siempre: los ciudadanos.
Por eso mi listísima gata Bambina le llama "políticos" a sus deposiciones. Creo que hasta en eso le doy la razón.