Nadie debería estar ante esa disyuntiva pero el hecho de que se vuelva cada vez más común habla de lo mucho que nos falta hacer como sociedad.
Lo que cada noche observo en mi ciudad natal es a pequeñas hordas de gente de todas las edades que llegan a los sitios donde se amontonan los desperdicios a la espera de que llegue el camión recolector. Buscan lo mismo cartón que botellas de plástico, latas o cualquier otra cosa que pudiera ser aprovechable. Pero aunque alguien haya revisado las bolsas un minuto antes, el siguiente pepenador repite la maniobra, en un búsqueda desesperada de un ingreso.
Aunque de tanto verlo comienza a hacerse rutinario, no deja de ser triste que en esa forma se gaste la energía de nuestra gente. Y que su condición económica sea tan dura como para llegar a eso.