Pero su problema es grave aunque nadie les haga caso: están secuestrados.
Son tres periodistas que fueron capturados por un grupo de delincuentes en el estado de Durango y a lo que nadie ha podido ni querido rescatar.
Ellos son reporteros, esto es, recolectores de información, la labor más extenuante de quienes vivimos de informar.
La autoridad, que debería garantizar su integridad, ni se mete y si lo hace, pues actúa con mucha discreción. Demasiada, diría yo.
Mis pobres colegas no la pasan bien, sobre todo cuando se enteran que el resto de sus paisanos están ocupados informándose que un futbolista metió su primer gol en la liga inglesa, o que otro de esa profesión, Salvador cabañas "puede ser llamado a declarar" o muchas tonterías mas de esa naturaleza.
El secretario de Gobernación dijo ayer que deben ser liberados. Usted y yo, ciudadanos comunes y corrientes, podemos decir eso, porque es lo único que podemos hacer. No tenemos los recursos del Estado.
Si los tuviéramos, deberíamos ordenar lo necesario para que ese deseo se volviera realidad. Pero el secretario sólo lo dice, no lo ordena.
Si mis colegas fueran hijos de artista, de banquero, o de político del PAN desde hace días comandos armados de la Marina (porque a esos les sale mejor) en un montón de helicópteros ya habrían acudido al rescate, seguidos de un montón de cámaras de televisión.
Pero como no es el caso, no queda más que decirlo donde se pueda, para que aunque sea un poco de vergüenza llegue a los seguidores del partido que tiene funcionarios tan omisos como esos a los que hago referencia.
Por lo pronto, me despido con esta cita textual (que tomé de la página web del periódico Reforma) de lo que dijo ayer Francisco Blake Mora: "El Gobierno federal no permitirá las amenazas a cualquier miembro de la sociedad, especialmente a los periodistas y a los medios de comunicación, que siendo promotores de la libertad de expresión pretendan ser utilizados por el crimen organizado"