Ahora, a esperar a que las autoridades reaccionen no a favor de los periodistas, sino de la población en general –de la que obviamente formamos parte- para que recuperemos lo que una guerra personal y sin rumbo nos ha quitado.
Lo que dije la semana pasada lo sostengo: nadie en su sano juicio pide que se deje de combatir a la delincuencia. Lo que se quiere es que se haga mejor, porque los 28 mil muertos que han quedado en el camino no son la mejor defensa de un plan que carece de plan.
Por eso marchamos ayer. El mensaje es simple, y los periodistas no somos los primeros en decirlo. De hecho, normalmente mi gremio es el último en movilizarse, porque somos medios raros.
De la protesta sabatina, mañana les platicaré más detalles, incluido uno que vino a reforzar mi jojutlocentrismo. Ya les contaré.
Por otro lado, finalmente creo que los medios de comunicación han cumplido una vez más con su labor, de despertar las conciencias dormidas, por lo menos en el caso de Pingo (ese perro que en la casa de ustedes tiene el complejo de amo y que además se cree politólogo) quien al leer esta columna descubrió que estaba enfermo y ha decidido curarse.
Como les platiqué, de tanto estudiar a los políticos se le pegó mucho de la esencia de esa gente nacida para vivir sin trabajar y experta en decir una cosa y hacer otra.
Cuando Pingo leyó (por internet, ya que está muy digitalizado) esta columna se dio cuenta de lo que le pasaba y ha comenzado a trabajar para recomponer el rumbo, y una vez más se ha puesto a leer cosas más normales a fin de recuperar las neuronas perdidas por contagio con los seres que ha decidido estudiar.
Ya hablaré de sus avances. Por lo pronto en mi blog (www.oscardavismtz.blogspot.com) pueden ver el momento en que el Pingo leía mi columna en su computadora personal (una netbook muy práctica). Un instante guardado para la posteridad.