En el sitio del crimen la Policía instaló no uno sino dos retenes para impedir el paso de curiosos -reporteros incluidos- quizá debido a las numerosas evidencias que quedaron desperdigadas sobre la carretera.
En algún momento, cuando los periodistas veían desde la marca que impedía el paso notaron que un perito de la Procuraduría General de Justicia les tomaba fotografías, enfocándolos de manera directa, en unas tomas que nada tienen que ver con su trabajo, lo que enardeció a los comunicadores, que se introdujeron en la zona restringida para interpelar al que los había captado con su cámara sin motivo justificado.
No estuve allí, no puedo corroborar muchos detalles, pero lo cierto es que lo que ocurrió rebasó el ámbito de la información, aunque mis colegas tienen miedo de que las imágenes de ellos pudieran caer en malas manos.
En la marcha del domingo en la ciudad de México lo que sobraban eran comunicadores jóvenes que ya no tienen la idea del compromiso social que exige la profesión que eligieron, sino que llegaron en busca de glamour y lo más probable es que no lo hayan encontrado.
Hay una evidente ruptura generacional, que va más haya de los cambios tecnológicos que afectan a la comunicación, pero de eso trataré mañana.