Para que las cosas cambien mientras los niños se educan, los adultos debemos dar buenos ejemplos permanentemente, en todos los lugares, pero especialmente en el hogar.
Debemos practicar en todo momento las reglas de urbanidad elementales, como dar preferencia a los ancianos y a las mujeres, ceder el paso y el asiento en el transporte público, saludar al llegar a un lugar público y muchas otras pequeñas pero importantes acciones que les muestren a nuestros descendientes que se puede convivir mejor.
Actualmente el clima de violencia que sin querer dejamos que se estableciera entre nosotros hace que hasta las mujeres de todas las edades se hablen entre ellas con palabras insultantes pero que hoy son cotidianas, a las que tratan de dar un significado de normalidad que no pueden tener.
Modificar esas acciones es parte de la búsqueda de la normalización que tantos necesitamos, de un aprecio por la sana convivencia, por el respeto a los demás y a las costumbres que por décadas nos permitieron vivir en armonía.
Entonces, nuestra contribución debe ser dar el ejemplo, que nuestros hijos y sus amigos vean un comportamiento ejemplar en nosotros y de nuestros amigos y conocidos.
Tenemos que dar ese primer paso, en lugar de solamente quejarnos, tenemos que dar un paso adelante.