“Entonces Bárbol se despidió de todos, uno por uno, y se inclinó lentamente tres veces y con profundas reverencias ante Celeborn y Galadriel (…) ¡A vanimar, vanimálion nostari! -dijo-. Es triste que sólo ahora, al final, hayamos vuelto a vernos. Porque el mundo está cambiando: lo siento en el agua, lo siento en la tierra, lo huelo en el aire. No creo que nos encontremos de nuevo”.
(“El retorno del rey” – Numerosas separaciones.)
Desde “Panóptico Rojo” deseamos un excelente fin de año a los amables lectores de La Unión de Morelos. La intención en este último domingo de 2017 es compartir un texto sencillo que –aunque este espacio no sea propiamente una columna dedicada a las letras o al séptimo arte– se destina a hacer mención de algunas novelas de John Ronald Reuel Tolkien, mejor conocido como J. R. R. Tolkien. Escritos que tal vez nos hagan reflexionar, entre tantas cuestiones adversas que enfrentamos actualmente de manera individual o como sociedad, que aún está en nosotros cambiar lo negativo por cuestiones positivas, si realmente buscamos ser solidarios.
Cada repaso de las páginas de la obra de Tolkien es un transporte seguro a la evocación de una realidad plena de misticismo, en la que el autor nos atrapa de doble manera: la fantasía en primer plano, pero delineada por las singularidades –buenas y malas, mejores y peores– del alma humana.
Respecto a las creaciones fílmicas de Peter Jackson –las trilogías de “El Señor de los Anillos” y “El Hobbit”–, hemos experimentado el impacto visual de estas sagas, separadas una de otra por una decena de años y estrenadas a principios de este milenio; para muchos amantes de la obra de Tolkien, las películas fueron un punto de partida que no le resta valor a la evocación de sentimientos como nostalgia, superación, amistad, mortalidad o evasión.
Tampoco se puede pasar por alto que el próximo día tres de enero se cumplen 126 años de que J. R. R. Tolkien, naciera en Bloemfontein (hoy Sudáfrica); un día que los “Tolkiendili” celebran en punto de las nueve de la noche, conmemorando el nacimiento de “The Professor” (El Profesor). A muchos afortunados les toca descubrir los matices en la obra de Tolkien y apropiárselos; a otros, más afortunados aún, nos toca redescubrirlo.
De igual modo, recordemos que este 2017 se publicó la novela “Historia de Beren y Lúthien”, a un siglo de la publicación de la primera versión que se titula “El cuento de Tinúviel”, escrita en 1917 como parte de “El libro de los cuentos perdidos”; cabe agregar que la nueva publicación fue editada por el hijo del escritor, Christopher Tolkien, de 93 años.
La “Historia de Beren y Lúthien” se desarrolla durante la Primera Edad de la Tierra Media, seis mil 500 años antes de los eventos que tienen lugar en 'El señor de los anillos', y es considerada como una "historia muy personal" del escritor, ya que fue escrita por Tolkien tras su retorno de la batalla de Somme, en la Primera Guerra Mundial, tal y como señala el especialista en la obra de Tolkien John Garth: "Cuando volvió de las trincheras, con fiebre de trinchera, pasó el invierno (de 1916-17) convaleciente. Perdió a dos de sus más queridos amigos en el Somme y uno puede imaginarse que debió sentirse hundido".
Por otra parte, en “El Hobbit” de Tolkien se opone un mundo corrupto a otro mundo pequeño y ajeno a esa corrupción, tal como una comarca de ‘hobbits’: ciudadanos comunes, pero felices; una figura opuesta en su totalidad al industrialismo tan presente en nuestro mundo actual. Un siglo en el que la humanidad busca un destino, sin tener un puerto seguro al cual regresar; falta de convencimiento en la mayoría, pero -al mismo tiempo- fe y esperanza en otros.
Cuando el futuro de la humanidad es el que está en juego, la historia cautiva: es el sello de los relatos míticos, en los que los hombres van tras el poder, haciendo lo que sea por conseguirlo: cuando el torbellino materialista mata al espíritu. “El corazón de los hombres se corrompe fácilmente”, repite Tolkien. "Hasta el ser más pequeño puede cambiar el destino", señala la doncella enguirnaldada de un brillante resplandor, Galadriel.
La obra de Tolkien –uno de los autores más leídos en el mundo, con más de 150 millones de libros vendidos y traducciones en 60 idiomas– predica el retorno a los valores perdidos, en los tiempos modernos de consumismo e individualismo que han degradado lo más sagrado: el amor, la amistad, los afectos, la fidelidad, la valentía, la ética y el heroísmo.
En la reunión bautizada como “Rotterdam Hobbit Dinner”, en 1958, Tolkien señaló que los ‘magos de corazón frío’, en su búsqueda por el conocimiento y el poder, eran ‘buenos únicamente destruyendo cosas’; de viva voz también explicó -palabras más, palabras menos- el significado de sus libros, de manera incontrovertible: “Sauron se ha ido, pero los descendientes del detestable mago Saruman están por doquier. Los hobbits en el mundo no tienen armas mágicas para combatirlos”.
Pero añadió, en una sólida y esperanzadora declaración: “Sin embargo, benévolos hobbits, concluiré brindando por ustedes. ¡Por los hobbits! Y que sobrevivan a todos los magos”. Así como en el pasado o en la literatura, el mundo es de los seres humanos que, conscientes de su debilidad, afrontan al límite la vida y presentan batalla, pudiendo cambiar el curso de la historia con su actitud leal y solidaria. Bienvenido 2018.