También citábamos al autor de “El nombre de la rosa”, haciendo eco de sus palabras al afirmar que la televisión es un fiel reflejo de las ideologías, y para imbuir una visión democrática real en un pueblo bastaría decir: "usad el medio en el espíritu de la Constitución y a la luz de la inteligencia".
Umberto Eco falleció el pasado viernes en su domicilio; llevaba tiempo aquejado de un cáncer. Nació el 5 de enero de 1932 en Alessandria, al norte de Italia, y estudió filosofía en la Universidad de Turín; cuando estaba por cumplir 50 años publicó su primera novela, “El nombre de la rosa”, de la que se vendieron millones de ejemplares y que fue traducida a 43 lenguas.
Consultado una vez sobre su oficio, respondió: “Yo soy filósofo, escribo novelas sólo los fines de semana”. En el año 2000, Eco recibió el premio “Príncipe de Asturias” de Comunicación y Humanidades, además fue caballero de la Legión de Honor francesa; publicó ensayos sobre temas como la semiótica -de la que era gran especialista-, la estética medieval y la lingüística.
Otros de sus libros son: “El péndulo de Foucault”, “La isla del día antes”, “La misteriosa llama de la Reina Loana”, “El cementerio de Praga” y, el más reciente, “Número cero”.
A lo largo de las páginas de este último título, Eco utilizó el género de la novela, con tintes policiacos, para exponer una reflexión sobre el periodismo contemporáneo y la profesión del periodista, además de los mecanismos que éste maneja y la ética que practica. Le compartimos hoy un extracto de “Número cero”, estimado lector:
" Viernes, 10 de abril
Mientras seguíamos pensando qué poner en el número cero/uno, Simei abría amplios paréntesis sobre algunos principios esenciales para el trabajo de todos. —Colonna, ilustre un poco a nuestros amigos sobre cómo se puede observar, o demostrar que se observa, un principio fundamental del periodismo democrático: los hechos separados de las opiniones. Opiniones en Domani habrá muchísimas, y se las señalará como tales, ahora bien, ¿cómo se demuestra que en otras noticias se citan solo hechos?
—Sencillísimo —dije—. Fíjense en los grandes periódicos anglosajones. Si hablan, qué sé yo, de un incendio o de un accidente de coche no pueden decir, evidentemente, qué piensan ellos. Y entonces introducen en la noticia, entre comillas, las declaraciones de un testigo, un hombre de la calle, un representante de la opinión pública. Una vez colocadas las comillas, esas afirmaciones se convierten en hechos, es decir, es un hecho que fulano ha expresado esa opinión.
Con todo, se podría suponer que el periodista ha dado voz solo a quien piensa como él. Por lo tanto, las declaraciones serán dos, en contraste entre ellas, para demostrar que está claro que existen opiniones distintas sobre un mismo tema: el periódico da cuenta de este hecho incontestable. La astucia está en entrecomillar primero una opinión trivial, luego otra opinión, más razonada, que se parece mucho a la opinión del periodista. De este modo el lector tiene la impresión de que se le informa sobre dos hechos pero se ve inducido a aceptar una sola opinión como la más convincente.
Pongamos un ejemplo: se derrumba un viaducto, un camión cae al vacío y el conductor muere. El texto, tras haber referido rigurosamente el hecho, dirá: hemos escuchado al señor Rossi, de cuarenta y dos años, que tiene un quiosco de periódicos en la esquina. «Qué quieren, fue una fatalidad —ha dicho—, lo siento por ese pobrecillo, pero cuando el destino se ceba en uno, se ceba.» Inmediatamente después un tal señor Bianchi, de treinta y cuatro años, albañil que trabajaba en una obra en las inmediaciones, dirá: «Es culpa del ayuntamiento; se sabía desde hacía tiempo que este viaducto tenía problemas.»
¿Con quién se identificará el lector? Pues con el que apunta a alguien o a algo, con el que indica responsabilidades. ¿Está claro? El problema es qué y cómo entrecomillar. "
Hasta aquí la transcripción. Y hasta pronto, Umberto Eco. “He llegado a creer que el mundo es un enigma, pero un inocente enigma hecho terrible por nuestro loco intento de interpretar todo como si existiese una verdad subyacente”. Coincidimos.