Obligado por fuerzas internacionales, el gobierno mexicano se vio forzado a retirar el subsidio que le daba a Petróleos Mexicanos (Pemex) y que representaba para el erario miles de millones de pesos anuales, cosa que también llevó a reacciones y criticas no tan severas como ahora, pero cuya acción nos hace hoy menos dependientes del crudo.
El reciente incremento a la gasolina obedece igualmente al retiro del subsidio que se le ofrecía al combustible a fin de que su precio no se disparara como ocurrió, pero cuyos dineros también provenían del presupuesto federal que se integra con los impuestos ciudadanos.
Sin embargo, la depuración parece que apenas comienza, si se revisan los programas que las autoridades ofrecen a sus gobernados, se encontrará que muchos de ellos, sobre todo, aquellos de carácter asistencial, vienen con una elevada dosis de subsidios. Nuevamente, recursos del erario que el régimen orienta a clases sociales populares, pero no realmente para coadyuvar a su desarrollo y mejora económica integral, sino para condicionar voluntades y votos en los procesos electorales.
Y no es que estemos en contra de la ayuda a personas de la tercera edad, a mujeres solteras o familias en pobreza extrema, sino porque lo más honesto es que en lugar de darles para un plato de comida, se les dote de los instrumentos necesarios para que mejoren su nivel y calidad de vida.
O sea, en lugar de ayudas simbólicas al productor, desde hace muchas décadas se tenía que haber invertido en la mejora continua de la tecnología aplicada al campo. Ampliación de sistemas de riego, equipo suficiente y adecuado para el cultivo, dejando atrás los métodos ancestrales que aún vemos en muchos lados, el uso de la yunta en lugar del tractor, la fumigación con instrumentos arcaicos en lugar del aéreo, como en Estados Unidos.
Hasta nuestros días, las mafias son las que controlan los mercados de consumo, los hombres del campo son rehenes de esos intermediarios, que son los que se llevan las ganancias de las cosechas, dejándoles las migajas, sin que el gobierno haga algo por ellos.
Por todo eso, el sector campesino se encuentra desmantelado y sin futuro, obligando al país a una dependencia cada día mayor del exterior, porque no podemos ni en sueños pensar en la autosuficiencia alimentaria, todo por la maldita corrupción que sigue creciendo como la mala hierba.
Si se le hubiera apostado al florecimiento del campo otro gallo nos cantara; muchos de los problemas que padecemos serían menores, pero se obró de mala fe, buscando el clientelismo electoral y los mexicanos de hoy estamos pagando esas facturas.
Y si bien es cierto que en su oportunidad se apostó por la industrialización nacional, tampoco se le dotó de lo indispensable como para que fuera competitiva a nivel internacional. Abrir cualquier negocio sigue siendo un calvario, hay que entrarle con toda clase de mochadas ante las instancias reguladoras o aquellas que deben autorizar los permisos, porque primero hay que dejar una lana en cada esquina.
Qué decir del comercio y la prestación de servicios, los negocios establecidos se ven asediados por la aparición de los denominados ambulantes, que no pagan muchos de los impuestos de Ley y que son competencia desleal. Están ahí, como la maña, con base en componendas con la autoridad, porque si no fuera de esa forma, no existieran, así de sencillo y científicamente está probado.
La evolución internacional nos devoró, de pronto nos fuimos rezagando del resto de las naciones a las que veíamos hacia abajo y los de arriba se fueron alejando cada vez más. México era visto desde muchos países de Centro y Sudamérica, como uno de los gigantes económicos, el hermano mayor al que se le respetaba y admiraba. Hoy, buena parte de ellos nos rebasaron, porque aquí se optó por la perversión y el control corporativo de grupos y organizaciones que se acostumbraron a que papá gobierno les diera todo, aunque era su propio dinero.
Para poder pensar en un mejor México, así nos cueste, necesitamos un comportamiento distinto, tanto de gobierno como de sociedad. No podemos estar exentos de ser corresponsables de los alarmantes índices de corrupción, porque cuando nos conviene, los aceptamos.
Esas complicidades son las que han llevado a que nuestros gobernantes hagan lo que se les antoja, a fin que con alguna dádiva nos mantendrán con la boca cerrada. Esto no suele ser muy común en otras naciones, sobre todo en las de primer mundo, donde la población es mucho más responsable de sus actos, pero también cuenta con la calidad moral como para llamar a cuentas a quienes los gobiernan, pero acá nos prestamos a todo.
Es claro que el régimen generó estructuras que incluso nos fueron haciendo flojos y pasivos. Conocemos padres de familia que están atenidos a lo que se les da a partir de ayudas como Prospera y con eso pretenden vivir todo el mes, haciendo a un lado su responsabilidad de aportar para el gasto cotidiano.
Por las condiciones mismas de la economía propia y mundial, no podemos continuar así, los costos no serán menores, pero si deseamos ir construyendo un país distinto para nuestros hijos y nietos, tendremos que hacerles frente, aunque de pronto todo esto parezca incomprensible.
Sabemos que entenderlo no será fácil, hay mucha confusión entre los mexicanos, porque además, aquellos personajes que sí lo comprenden y que bien podrían abonar en razonamientos, por intereses políticos diferentes más bien abonan en lo contrario.
Sólo diremos que está claro, los dueños del dinero en el mundo, aquellos monopolios universales que controlan todo, incluso el ejercicio del poder público y sin fronteras, exigieron la apertura total. Ya algunas empresas del ramo de la gasolina han decidido venir a competir con Petróleos Mexicanos aquí en nuestro territorio, pero para ello, necesitan un mercado libre, por eso el incremento del energético.