En el ambiente socio político hay una intensa discusión y análisis en relación a las condiciones tan difíciles por las que atraviesa el país, particularmente en lo que se refiere a la economía, muy dependiente de lo que ocurra con las negociaciones en torno al Tratado de Libre Comercio (TLC).
Desde hace algunas semanas, la absoluta mayoría de los medios informativos se han centrado en dos grandes asuntos: los esfuerzos relacionados con la atención al rescate de familias damnificadas por el sismo y todo aquello que tiene que ver con esa indefinición respecto al desarrollo nacional.
Por donde se le quiera ver, se advierte de un futuro cercano poco prometedor y hasta en la aprobación del presupuesto federal para el 2018, el gobierno debió apretarse el cinturón y aplicar algunos recortes y reducciones en el gasto corriente para mantener el ritmo de trabajo y cumplir con algunos compromisos ineludibles.
Con todo lo que se aprecia, lo menos que como ciudadanos demandamos, es que todos aquellos que viven del presupuesto público hagan un sacrificio, mostrando solidaridad con el pueblo, eliminando prestaciones y beneficios que no corresponden a nuestra realidad actual.
Pero contrariamente a lo anterior, como parte de los puntos aprobados en lo que se refiere a la Ley de Ingresos y Egresos del año que viene, tanto legisladores federales como senadores se auto aprobaron un jugoso bono de fin de legislatura. Los miembros de la Cámara baja se despacharon con todo: un millón de pesos por cabeza y a los de la Cámara alta se les asignó un bono cercano a 800 mil pesos.
No hay ni palabras para describir tales decisiones; francamente se trata de un robo al erario, de un saqueo al dinero producto de nuestros impuestos y que es injustificado dadas las circunstancias tan apremiantes por las que pasamos. Hace mucho que la mayoría de los mexicanos enfrentamos condiciones económicas adversas por algunas decisiones oficiales que pudiera entenderse, son prácticamente obligadas por los efectos externos en esa materia; caso específico, el incremento a la gasolina.
La burocracia crece de manera exponencial y cerca del 80% de los presupuestos que ejercen las instituciones en los tres niveles de gobierno, es destinado para gastos y salarios de una clase social dorada, que con esto del bono, muestra inconsciencia y voracidad frente a la pobreza y la marginación colectivas.
Los estados y los municipios carecen de inversión pública; los servicios que deben ofrecer las autoridades a sus gobernados son cada vez más deficientes y la infraestructura vial en ciudades como Cuernavaca muestra deterioros históricos y como que a los “servidores públicos” o “representantes populares” poco o nada les interesa; ellos van por lo suyo y que el mundo ruede.
La pregunta obligada es ¿cuánto tiempo más vamos a aguantar todas estas ofensas pacíficamente? Porque a decir verdad, la irritación social es mucha y sigue creciendo. Ojalá que los electores sean pacientes y esperen la elección del 2018 para castigar a quienes los siguen explotando sin misericordia.
En manos de esas generaciones de políticos no tenemos esperanza de un futuro mejor. Son muy pocos los que ofrecen algo de dignidad, negándose a aceptar esas prebendas, la absoluta mayoría las acepta, no obstante que tampoco han hecho nada trascendente como para merecerlo.
Si no se logra un buen acuerdo en el TLC con Estados Unidos, México enfrentará serias dificultades para mantener un ritmo de crecimiento adecuado. Las exportaciones mexicanas hacia esa nación caerán de manera importante, afectando inversión y empleo, sobre todo.
ALGUNOS BUSCAN REGRESAR
Por otro lado, la cercanía del proceso electoral viene empujando a muchos personajes que parecían haber terminado su vida política activa, a intentar el regreso, quizás sabedores de que los cuadros en esa materia están muy disminuidos y ello podría facilitarles las cosas.
Es sin duda el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y muy particularmente en Morelos, el que más afectado se ha visto por haber perdido el control del poder hace 17 años. Sin embargo, también en el resto de esas instituciones existe una ausencia de valores que obliga incluso a echar mano de la improvisación.
Lo decíamos hace poco, algunos rostros de viejas andanzas en el PRI se mueven ya en busca de otra oportunidad; uno de ellos es David Jiménez González. Es un personaje con mucha formación en la política y administración pública, pero perdió continuidad y presencia frente a las nuevas generaciones que indudablemente definirán los resultados de las elecciones. Su éxito, por lo tanto, depende de los “padrinos” que tenga en las altas esferas de poder, de otra forma no vemos cómo lo obtenga.
Uno más y también del tricolor es Samuel Palma César; él al igual que David, pasó por buenos momentos e incluso fue presidente del CDE de su partido aquí en la entidad, no obstante, su escaso trabajo de campo lo ha mantenido alejado del pueblo y tampoco ofrece rentabilidad electoral, que es lo que les urge a todos los partidos hoy día.
En trincheras como el Partido Acción Nacional (PAN), como que una camada de figuras se desvaneció apresuradamente a partir de que perdieron el mandato en el 2012. Aquí como que las nuevas generaciones los están rebasando y no encuentran cómo volver a anclarse en el proceso electoral. Poco o nada se sabe de un Óscar Sergio Hernández Benítez, ex secretario de gobierno; quien sí ya asomó la cara es Germán Castañón Galaviz, igualmente ex secretario de gobierno.
Hay dos ex presidentes municipales de Cuernavaca que andan casi perdidos, José Raúl Hernández Ávila y Adrián Rivera Pérez. Éste último fue candidato a gobernador en el 2012, pero antes, pasó incluso por la senaduría. Son acaso los Alemán, sobre todo Margarita, la que mantiene en constante activismo político e intenta meterse a los reflectores para continuar con vida en el escenario.
El ex gobernador Marco Adame Castillo se mueve sigilosamente; está refugiado en el CEN del PAN y desde ahí empuja a su hijo Juan Pablo Adame, que por lo menos le tira a una diputación local, porque para presidente municipal de Cuernavaca no le alcanza, tiene poca presencia en la capital.
Y es en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), donde buena parte de aquellos que le dieron forma al partido, o se refugiaron en Morena o van por la vía independiente, como en el caso de Mario Rojas Alba.