Por donde se le quiera ver, las elecciones presidenciales del primero de julio se vienen complicando demasiado para el partido actualmente en el poder; el candidato oficial José Antonio Meade no levanta y ello ha dado pie a una serie de especulaciones que, se nos antoja, no son más que eso, pero que igualmente influyeN en el ánimo del electorado.
El abanderado del Partido Revolucionario Institucional (PRI) no es mal cuadro, pero viene cargando con todos los pasivos que el actual gobierno ha generado en los gobernados y esa es una muy pesada losa que le impide crecer en las tendencias y como que el futuro tampoco le es muy atractivo en esa materia.
Y como decíamos, todo eso lleva a hipótesis de que estaríamos ante una situación bastante similar a la que ocurrió en aquel proceso electoral federal de 1994, cuando el candidato del PRI era Luis Donaldo Colosio Murrieta, quien fuera asesinado en plena campaña presidencial en Lomas Taurinas, Tijuana y de cuyas causas nunca se le explicó con claridad a los mexicanos.
Y es que más o menos el comienzo de los trabajos electorales del que fuera titular de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari se asemeja mucho a lo que pasa con Meade. No crecía y hasta se decía que quien podía sustituirlo era Manuel Camacho Solís, que también fue hombre cercano de Salinas, aunque luego de aquello se fue a la oposición.
Ahora ya se da el nombre del titular de la Secretaría de Educación Pública, Aurelio Nuño, como quien sería el relevo en la contienda por la presidencia. No consideramos además que éste fuera un aspirante de éxito, tampoco trae un liderazgo muy fuerte que digamos, pero todo se da a partir de que las cosas no vienen saliendo a la medida de lo que el priismo cupular esperaba.
Pero si bien es cierto que Meade Kuribreña no es un político carismático, porque su formación es el mundo de las finanzas, como que no es a eso a lo que se debe su poco crecimiento en la lucha electoral; más bien es producto de una serie de sucesos que vienen provocando inconformidad social por todos lados y que lastiman el bolsillo de millones de familias en el país.
Sea la razón que fuere, la cosa se antoja cuesta arriba para la fórmula del partido en el gobierno y algo se deberá hacer para que la situación cambie gradualmente antes de que el por tercera vez aspirante Andrés Manuel López Obrador les tome más ventaja. Ya les trae poco más de 10 puntos porcentuales, que en votos son millones, pero si la estrategia de Meade no evoluciona, la distancia se irá ampliando hasta llegar a números inalcanzables.
Nosotros no consideramos que esas hipótesis de que pudiera ser relevado tengan algo de realidad, porque no mejorarían en mucho las tendencias. Lo que se requiere es encontrar una solución a los problemas crecientes del país. Bajar los índices de inseguridad; ampliar la creación de fuentes de empleo, que han sido muchas este sexenio y fortalecer el poder adquisitivo del salario de las mayorías además de contener los niveles inflacionarios que son los que disparan los precios por todos lados.
Como ha sucedido ya en dos o tres elecciones presidenciales anteriores, esta batalla se volverá a dar entre dos propuestas totalmente antagónicas. Un candidato oficial que está obligado a caminar con mucho tiento y sobre todo, validando las acciones y resultados de un gobierno que va de salida y por lo tanto, trae un fuerte desgaste producto del ejercicio del poder.
Cargando con fuertes cuestionamientos de los gobernados, sobre todo en asuntos como el de la inseguridad y el delito, que siguen siendo el principal problema nacional, aunque tampoco es menor el nivel de crecimiento de la pobreza y la marginación. Pero sobre todo, lo anterior pesa más cuando quien busca ser el sucesor en la presidencia de la República, formó parte del mismo equipo de trabajo que el saliente.
En contraparte vemos a otro abanderado que ya participó en dos contiendas presidenciales anteriores; que viene haciendo campaña electoral desde hace más de una década; que trae un discurso que es música a los oídos, sobre todo para quienes menos tienen y quisieran que la vida les cambie.
No sólo eso, Andrés Manuel López Obrador, el referido, tampoco trae desgaste por el ejercicio de poder, porque su última responsabilidad concluyó hace ya años, cuando pasó por la jefatura de la Ciudad de México y por lo tanto, todo eso lo favorece, de ahí que las tendencias no sean una sorpresa.
Lo pesado de las campañas aún no se presenta, porque los aspirantes se vienen moviendo en calidad de precandidatos, de tal manera que vamos hacia lo más fuerte. La preocupación es que hoy, la propuesta de Los Pinos no logra los alcances esperados y a pesar de un discurso cansado, el tabasqueño viene moviéndose ligeramente al alza.
Pero no obstante que una mayoría popular pareciera ir en apoyo de AMLO, la élite empresarial en el país, los dueños del dinero, incluso fuera del territorio nacional, vienen detrás del abanderado tricolor. Bueno, incluso se da por descontado que poderosos personajes o grupos de control de poder del vecino país, Estados Unidos, lo están apoyando y eso para nada es poca cosa.
La pregunta es ¿permitirán esas fuerzas casi omnipotentes, que han manejado el poder en México por más de 100 años que se siente en la silla presidencial un personaje que trae una propuesta contraria a sus intereses como López Obrador? Y la respuesta inmediata es no.
Pero como quiera que sea, la moneda está en el aire y las fuerzas contrarias al tabasqueño necesitan un ingrediente que atraiga algo del sector popular para que puedan equilibrar la balanza y llegado el momento, poder justificar y medio hacer creíble que ganaron en las urnas. A lo mejor realmente el panista Felipe Calderón Hinojosa ganó en la justa del 2006, pero la verdad pública que aún subsiste respecto a aquellos resultados es que perdió y con amplio margen, por eso ahora se debe hacer algo para que no se repita esa percepción colectiva.