Sí, mientras se abona en la confusión sobre su destino, hay quienes intentan enchaquetarle al presidente municipal de Cuernavaca, Manuel Martínez Garrigós, parte del costo de esta factura, sin embargo todo indica que ya se tiene el parte completo que muestra claramente hacia donde va la responsabilidad de una muy posible desaparición.
En medio de tantas presiones, ya la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito de la capital estatal ha dejado constancia documental de que efectivamente lo detuvieron, pero lo pusieron a disposición de la Policía Federal, que a su vez ha hecho lo propio y filtró el parte donde consta que entregó al Ejército Mexicano.
Este caso se viene ya calentando mucho y en el Congreso local se invita a los tres niveles de Gobierno, en lo que corresponde al ámbito de justicia y seguridad, a comparecer para ofrecer alguna explicación al respecto, desde luego que el nivel federal, excusándose en que el Poder Legislativo local no tiene facultades para obligarlo a hacer presencia, está negándose a hacerlo. Sin embargo nosotros consideramos que ante asuntos tan delicados como éste, donde lo urgente es mostrar que no hay culpabilidad alguna de parte de los presuntos involucrados, hay que dar la cara.
Pero a decir verdad nos encontramos a caso frente a uno más de tantos sucesos desafortunados, en los que hay evidentes muestras de que se combate el delito cometiendo ilícitos.
Y estos, más graves aún, porque todavía podríamos justificar algún exceso contra consumados delincuentes que en su lucha por escapar, suelen defenderse con todo, pero de ninguna manera se podrá admitir que se agreda a inocentes, que seguramente son confundidos.
Pero nuestro mayor defecto es que en esta batalla ya interminable entre "policías y ladrones", se aprecia absoluta impunidad de las instancias competentes para llamar a cuentas a aquellos que sin medir terreno, violan las garantías de quienes no tienen nada que ver con ese bajo mundo.
O ¿es qué acaso hay quienes tienen licencia para matar? Esto de ninguna manera podrá ser aceptado por la sociedad, a favor de la que supuestamente se desarrolla la lucha, pero que en ocasiones paga las consecuencias de una estrategia que parece fallida.
El fin de todo este esfuerzo es la población, si su seguridad no está a salvo, nada tiene razón de ser, mantenerse como ciudadano honorable en estos tiempos cuesta mucho trabajo, así que una sola acción fuera de norma no debe permitirse, y de ocurrir lo menos que se debe exigir es llevar ante los tribunales a aquellos que agreden a quien nada debe.
Jethro es sólo una víctima más, son muchos los que han sido sacrificados en la persecución de los malosos, el estado y la federación están obligados a responder los cuestionamientos relacionados con una posible eliminación que no tenía razón de ser.
Porque después de tantos días transcurridos es muy difícil que el joven aparezca, lo más seguro es que sea cierto eso que se comenta en todos lados, que como siempre "se les pasó la mano".
Parece que el asunto se va esclareciendo, por lo menos en lo que toca a quienes debieron cometer el delito de su desaparición.
Los policías municipales lo dejaron en manos de los elementos de la Federal, éstos lo transfirieron al Ejército y aquí deberán responder y explicar sin tanto rollo. No vemos otra salida.
Pero reiteramos, como en el caso Jorge Hank Rhon, ya se intenta politizar el expediente y perversamente buscar víctimas que nada tienen que ver en todo ello y que dan fe de la nula seriedad de algunos personajes del sector justicia y seguridad.
Son muchos los frentes y agujeros que se han abierto en el famoso combate al delito organizado, existe una clara condena pública a acciones que no pueden justificarse como la que envuelve al caso Jethro.
El enojo colectivo se está convirtiendo en una enorme factura que el elector intentará cobrar en los procesos electorales y seguramente lo veremos con lo que ocurra en el Estado de México, porque cuando se ponen oídos sordos a los gritos de quienes han sido agredidos sin deberla, el único recurso que le queda al ofendido son las urnas. ¡Y por ahí vamos¡