En su oportunidad, sostuvimos en este espacio que a medida que nos fuéramos acercando a los tiempos preelectorales, aparecerían diferencias internas tanto en el PRD como en el PAN; ya las estamos observando.
Ello lo advertimos conociendo un poco la figura y comportamiento del tabasqueño y ya ex candidato presidencial de la izquierda en 2006, Andrés Manuel López Obrador.
El señor se ha empeñado en ser presidente y volverá a ser candidato a la grande por el camino que sea, es decir, si finalmente el PRD no le abre la puerta, se irá con el Partido Convergencia y el del Trabajo (PT).
O sea, que de ningún modo cederá el espacio a Marcelo Ebrard, jefe de gobierno del Distrito Federal, quien también ha estado desarrollando un trabajo orientado hacia esa posición.
Lo anterior los llevará a una ruptura de corrientes. Aquellos que consideran que la figura del tabasqueño ya no da para mucho, buscarán una fórmula alterna, que muy posiblemente pudiera ser encabezada por Ebrard. Los radicales estarán con AMLO, pero bajo estas condiciones serán presa fácil de una arrolladora maquinaria que parece llevar tras de sí el aún gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto.
Primero, López Obrador dista mucho de contar con aquel liderazgo, unidad de fuerzas de izquierda y presencia con los que fue a la batalla electoral en el 2006 en contra de Felipe Calderón Hinojosa; pero si a ello se agrega un segundo factor que es la separación interna, imagínese el desastre en el que puede terminar.
El escenario de ese lado advierte de serias inconsistencias que seguirán conteniendo el avance de los movimientos por ellos autodenominados como progresistas hacia la asunción de cargos relevantes en las estructuras del poder público en México.
Pero si revisamos un poco lo que igualmente se está presentando en el ala de la derecha, apreciamos las mismas señales: posibilidades de enfrentamiento entre grupos poderosos de poder en la cúspide del panismo.
Nuevamente, figuras identificadas con el movimiento del Yunque parecen ir dispuestas a enfrentar a panistas de viejo cuño y ahí se aprecian ya los primeros cañonazos entre ellos con la solicitud de licencia de Santiago Creel Miranda como senador, para ir abiertamente en busca de la candidatura presidencial.
Usted recordará que Creel, quien fuera secretario de Gobernación durante la administración de Vicente Fox Quesada, fue la carta de éste hacia la presidencia; Calderón estaba al frente de lo que era la SEMIP y debió renunciar al cargo en un acto de rebeldía, porque el mandatario le reprochó que anduviera haciendo actos proselitistas en una reunión con el entonces gobernador de Jalisco.
De ahí, Calderón apeló al apoyo del panismo que se lo dio y pudo reventar la intención foxista de heredar el cargo a Creel. Pues ahora éste pareciera venir por el desquite y tratará de hacerle lo mismo, reventar al alfil del presidente que en este caso es el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero. ¿Podrá lograr la hazaña? Lo desconocemos, pero de que les va a hacer un buen boquete, ni qué decir.
Y de su lado hay gente brava y entrona. Ahí está el ex dirigente nacional panista Manuel Espino, a quien han intentado expulsar, hasta ahora sin éxito, y que tiene ganas de darse un entrón con la gente cercana a Calderón Hinojosa.
La corriente de Creel Miranda no es nada débil; sólo habrá que considerar que el mismo Fox Quesada está detrás de todos ellos y la batalla puede ser de tú a tú, con resultados impredecibles.
Pero esto es lo que está ya en puerta en el panorama nacional. Lo lamentable para ellos es que si bajo condiciones normales parecieran ir a una derrota segura ante el PRI, imagínese si todavía se desgarran las vestiduras, prácticamente no llegarían con vida al día de la elección.
En cambio, a diferencia de otras elecciones, en el tricolor parece no haber rivales de peso ante Peña Nieto; el más cercano es el senador Manlio Fabio Beltrones pero a millas de distancia, es decir, en una proporción más o menos de 45 puntos porcentuales del mexiquense contra unos 10 del sonorense. No hay por dónde dar la pelea.