Tres ensayos sobre una idea olvidada” (Editorial Arcadia, Argentina, 2006), donde el filósofo e intelectual holandés plasma su conceptualización sobre el poder, los medios de comunicación, la actitud de los intelectuales, las mentiras, la educación, pero sobre todo la barbarie “ante el olvido del espíritu”. Aborda, desde luego, el pensamiento de determinados filósofos como uno de los puntos de partida para reflexionar sobre la violencia y averiguar “qué sucedió con la nobleza de espíritu”. Una parte de sus apuntes pudiera apoyarnos para comprender, aunque sea en parte, la barbarie demostrada por ciertos grupos tal como ocurrió el jueves de la semana pasada en Monterrey, Nuevo León.
Riemen plantea que “ese mal que se esconde en el ser humano, cuyo poder radica precisamente en la imposibilidad de explicarlo con base en la razón, no se erradica con bombas ni granadas, sino en el largo camino de vuelta al humanismo. Con el rescate de la verdad, la libertad, la justicia y la dignidad, como pilares fundamentales del bien. Y mediante cambios sociales, drásticos pero pacíficos, que son posibles gracias a la división de poderes, la garantía de libertades democráticas y los derechos humanos”.
Y advierte: “Si una sociedad centra toda su atención en la seguridad se convierte en un Estado policial desprovisto de la libertad que nutre a la civilización. Tampoco conocerá la civilización una sociedad que asigne un valor absoluto a la prosperidad y el dinero, ya que caerá presa de la decadencia”. El ensayo aborda la crisis de valores en las sociedades occidentales contemporáneas, donde la búsqueda del sentido de la vida ha sido sustituida por la persecución inmediata de un fin: el dinero y el consumo. “Sócrates, Erasmo, Spinoza, Kant, Mann o Camus no cayeron en la soberbia de querer liberar a la humanidad del mal, sino que cumplieron con su deber de salvaguardar el conocimiento del bien”, advierte Riemen. Hasta aquí la referencia al filósofo holandés. ¿De dónde partió la barbarie de sobra conocida y que se exacerbó durante los pasados cinco años? Dícese que la eliminación de la filosofía, la ética, la estética y la lógica en los programas de bachillerato por parte de la SEP contribuyeron a la gestación de un gravísimo problema que, evidentemente, no se resolverá con más violencia.
Cambiando de tema me referiré al encuentro que la nueva agrupación “Por Cuernavaca” sostuvo anteayer con el Comité Municipal del Partido Acción Nacional, presidido por el ex diputado Oscar Velasco Cervantes. Dicha organización respalda la posible candidatura de Marcos Manuel Suárez Gerard, ex secretario de Turismo de Morelos y ex secretario general del Ayuntamiento de Cuernavaca (en tiempos de Sergio Estrada Cajigal como alcalde), al cargo que hoy ocupa Manuel Martínez Garrigós. La dirigencia local panista y el grupo de Marcos Manuel apoyan la idea de conseguir un candidato “ciudadanizado” cuyo proselitismo tenga como base un proyecto común, independientemente de quién sea el candidato definitivo, donde se incluyan propuestas viables para resolver los grandes agravios sociales existentes en la capital morelense. Bien por el idealismo y las magníficas intenciones de Suárez Gerard y Velasco Cervantes.
Sin embargo, no todo puede ser miel sobre hojuelas frente a los designios de la “sagrada familia” que aún mantiene su hegemonía al interior del Comité Ejecutivo Estatal, cuyo presidente es Germán Castañón Galaviz. La élite, que opera por prelación, sigue subestimando la rentabilidad electoral de algunos personajes. Marcos tiene las características de un ciudadano alejado de los antiguos moldes partidistas, lo cual le es indiferente a quienes se rigen por normas estrictas y calendarios específicos.
La “sagrada familia” prefiere el exclusivismo, otorga importancia, poder y fortuna a personajes cuyo único mérito es estar en la “cola”, pero soslaya el esfuerzo desplegado por otros personajes. Gaetano Mosca, uno de los más importantes pensadores italianos (1858-1941), supone que la élite está compuesta, a la manera de la “sagrada familia”, por una minoría que detenta el poder sobre una sociedad. Tocante al partido blanquiazul morelense dicha fuerza se impone sobre la base militante y quienes aspiran a cargos de elección popular. Nadie debe moverse y todos deben obedecer las órdenes de la cúpula, o mejor váyanse.
Tania Hernández Vicencio, investigadora de El Colegio de la Frontera Norte, fue autora de la investigación titulada “Avances y Retos del Partido Acción Nacional” (2004) auspiciada por la Universidad de Guadalajara. Entre otras cosas afirmó que “la experiencia estatal del PAN es un ejemplo de lo que experimenta a nivel nacional: el centralismo de su funcionamiento, las resistencias de la élite tradicional, la prevalencia de un muro refractario a las enseñanzas regionales y la indefinición respecto a su responsabilidad sobre un aspecto toral de la transición política: la relación partido-gobierno”. Aquella tesis tiene plena vigencia actualmente. Y en ese contexto, la “sagrada familia” lleva diez años enfrentando una inacabable crisis de identidad derivada del crecimiento de su base militante y los nuevos liderazgos.
El Comité Ejecutivo Estatal panista, encabezado todavía por Castañón Galaviz, nunca definió su papel en términos del vínculo partido-gobierno; ha mantenido la tensión entre el control centralista de las decisiones y las demandas de descentralización de la acción política por parte de su estructura organizativa territorial, y se ha resistido a aceptar que la cerrazón tuvo un impacto negativo en la vinculación del partido con la sociedad. Lo anterior, junto con el doble discurso y la doble moral imperantes entre muchísimos panistas, propiciaron la debacle del blanquiazul y el advenimiento del autoritarismo priísta. ¿Perderá su registro Acción Nacional en Morelos? Existe el riesgo. Por cierto, Hortensia Figueroa Peralta será presidenta de la Junta Política del Congreso local. Frenó la intolerancia de algunas élites.