Es verdaderamente alarmante lo que sucede. En efecto, jamás pensamos en llegar a estos niveles de degradación e incapacidad oficial para cumplir con la responsabilidad de garantizar seguridad a los ciudadanos, tanto en Morelos como en el país.
¿Es que en realidad no hay manera de hacerlo? Las instancias "competentes" cuentan con todos los instrumentos legales para proceder contra los responsables de todo esto y no responden. Lo hemos dicho en reiteradas ocasiones: siguen destinando desde el Congreso de la Unión y las legislaturas locales más y más recursos para el rubro de seguridad y justicia sin que se vean resultados, lo cual constituye un fraude a la sociedad.
Pero una interesante parte de esos activos económicos se orienta a cuidar a los personajes que se supone que deben cuidarnos. Eso es incluso penoso; sin embargo, es la verdad.
Ahora bien, ¿que no saben quiénes son los culpables de tanta violencia? Claro que están bastante enterados, pero ya de plano bajaron la guardia o le están entrando al negocio.
La maldad se ha generalizado en todos lados. No hay pueblo o comunidad por pequeña que sea exenta de ello. La presencia de las fuerzas del “orden" es simbólica; los policías sólo intervienen en asuntos intrascendentes; a los problemas centrales les dan la vuelta y con la complacencia de los niveles superiores de "autoridad".
Los jóvenes son en su inmensa mayoría el blanco de esta lucha interminable por el control del territorio, porque a la mayoría de ellos no se le ha dado la oportunidad de soñar con un futuro, no estudian, no trabajan, algunos ni familia integrada tienen, están perdidos y en manos de quienes les tiendan una cortesía.
Pero, ¿hasta dónde vamos a llegar? Pareciera que deberemos esperar la renovación de los poderes públicos en todos sus órdenes, que es hablar de un año más, para que se intente una nueva estrategia. Lo que resta de estas administraciones así nos la vamos a llevar, porque además hay un empecinamiento desde los primeros niveles del poder federal.
Lo más aconsejable sería que como antaño los ciudadanos buscáramos un método de autoprotección en seguridad, recurrir a los ancestrales rondines con lugareños que conocen su propio espacio.
Eso viene pasando por ejemplo en Xoxocotla. El delegado Juan López Palacios dice que cansado de esperar las limosnas del municipio de Puente de Ixtla y de la administración estatal, optó por comenzar a organizar grupos de pobladores que por las noches vigilan a la población.
A decir de López Palacios, son más de 600 las personas que participan en eso y ciertamente que los resultados son positivos. Los niveles de robo casi no existen y pareciera que sólo de esa manera se podría ir acabando con este clima tan preocupante.
Pero en comunidades como ésa hay una cultura ancestral que posibilita estrategias de esta naturaleza; en pueblos más grandes y con composición heterogénea no resulta.
Morelos es una entidad con alto índice de inmigración; hay familias que vienen con un nivel de vida y de formación de excelencia, que incluso son factor de desarrollo y generación de empleos, con residencias de fin de semana que requieren de servidumbre y demás tareas que dejan derrama, pero la mayoría de los que llegan trae detrás un pasado bastante incierto.
Grupos provenientes de Oaxaca, Guerrero o Puebla que intentan escapar de la pobreza extrema y arrastran prácticas a veces delincuenciales, no es por discriminarlos, pero así es; células similares a movimientos como el de Antorcha Campesina, con cabecillas que tienen propiedades en todos lados y buscan familias marginadas para seguir justificando sus exigencias ante la autoridad.
El asunto es que no vemos cuándo podremos salir de todo este atolladero que nos mantiene con temor de salir de casa apenas entrada la noche, aunque la realidad es que a cualquier hora del día suelen darse acontecimientos desafortunados, pero son menos frecuentes. La oscuridad es ideal para cometer las fechorías.
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Hey
Lo grave es que nuestras autoridades parecieran estar apanicadas, no hablan, estan… Compartelo!