De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), el sector comercio da ocupación a un promedio de 150 mil personas, la estadística más alta frente al resto de las actividades productivas.
El problema es que buena parte de quienes se dedican a algún tipo de comercialización, lo hacen de manera informal, la capital del estado se ha vuelto a llenar de vendedores ambulantes o puestos de venta de cualquier producto sin la más mínima regulación y, consecuentemente, contribuyendo a la anarquía y el desorden que dan fe de la ausencia de espacios adecuados para quienes están en edad de trabajar.
Una gráfica da a servicios diversos la segunda posición en cuanto a ocupación laboral con más de 90 mil personas involucradas, mientras que la industria manufacturera y la ganadería y agricultura ocupan a un promedio de 90 mil cada una.
Queda muy claro que la falta de controles en el crecimiento urbano viene desplazando a segundo o tercer término actividades que son, y seguirán siendo, por siempre las que normen las posibilidades reales de crecimiento y desarrollo al interior de los pueblos y las naciones.
La generación de la riqueza se da sustancialmente en actividades de transformación, la producción industrial, agropecuaria y manufacturera lo es, pero en Morelos cada vez nos alejamos más de dichas prácticas.
Si los niveles de aportación al Producto Interno Bruto (PIB) de parte del sector rural sigue siendo significativo, es por la aplicación de tecnologías, que posibilitan multiplicar rendimientos en espacios pequeños, pero no hay otro camino, la tierra de cultivo abierto se ve todos los días amenazada por el florecimiento de unidades habitacionales o construcciones improvisadas impulsadas por las mismas autoridades que deberían normar la mancha urbana.
La industria aquí es incipiente, aunque se ubica en cuarta posición con unas 85 mil personas ocupadas, pero el campo que una vez fue la fuente de vida y crecimiento estatal, se ve arrinconado por el surgimiento de conglomerados urbanos que a la postre requieren de la apertura de todo tipo de negocios y comercios que los provén de sus necesidades.
Y a pesar de que a la entidad se le considera con vocación turística por algunos atributos naturales como el clima y abundante agua, este factor tampoco tiene gran incidencia, da empleo a unas 90 mil personas, pero debiera ser mucho más fuerte, lo que refleja una insuficiente promoción, sobre todo externa.
El asunto es que la actividad comercial en sus diversas modalidades es la que se coloca en la cúspide de las estadísticas según INEGI, pero ello tampoco es para enorgullecernos, porque el grado de remuneración a quienes laboran en ese ramo es muy bajo, bueno, en buena parte de los casos los empleados no cuentan ni con el salario mínimo o prestaciones, hay una desprotección bárbara.
En concreto se puede advertir que la economía morelense es una economía en desorden, no hay proyectos definidos que orienten el desarrollo hacia algún rubro en especial y se continúa contando con una pobre infraestructura para dar cavidad a capitales de gran envergadura como en otros estados considerados desarrollados.
Los servicios públicos suelen ser de mala o mediana calidad y eso es muy tomado en cuenta por los dueños de los capitales, la única ventaja que seguimos ofreciendo a los inversionistas es que nos encontramos a menos de una hora de la ciudad más poblada del mundo, el Distrito Federal, para efectos de mercado de consumo y que disponemos de Sol casi todo el año.
En lo que se refiere al clima, hay zonas de privilegio, todo lo que es la parte norte de Cuernavaca, algunos municipios de Los Altos, desde Huitzilac hasta Tetela del Volcán, pero de ahí en fuera, lo demás es un intenso calor.