Y mientras las instituciones en la materia, los partidos políticos y los propios aspirantes a cargos de elección buscan afanosamente despertar el interés por la justa en puerta, hay otras figuras que proponen el boicot, como es el caso del poeta Javier Sicilia, el no voto, en lo que toca al rector de la UAEM, Alejandro Vera Jiménez o el sufragio anulado.
Unos sustentan su posición destacando que a través de su sufragio el ciudadano fortalece la democracia y le da legitimidad a las instituciones, los otros responden que ir a las urnas es alimentar la ambición de muchos políticos que han convertido a las instancias gubernamentales en instrumentos de interés personal para beneficio de unos cuantos.
Pero también existen los que consideran que abstenerse es facilitarle a los partidos considerados grandes, seguir conservando sus cotos de poder, porque sean pocos o muchos los que voten, de todos modos se validarán las elecciones. El caso es que hay una discusión creciente respecto al desgaste que vienen sufriendo políticos, poderes y partidos, ellos mismos se han encargado de menguar la credibilidad y confianza ciudadana, a nadie le cabe duda de que son los responsables del debacle que vivimos en aspectos fundamentales de la vida cotidiana, como la seguridad y la economía.
Todos los intentos colectivos por modificar los esquemas electorales para abrirle paso a figuras y liderazgos naturales han sido bloqueados por los grupos que monopolizan el control del poder en todos los sentidos, eso de candidaturas ciudadanas es otra burla, desde el Poder Legislativo se encargaron de colocar requisitos insuperables a fin de garantizar que no prosperaran los intentos.
Pero cada vez hay menos interés por las elecciones, organizadas y conducidas por quienes representan el interés de unos cuantos, porque eso es, tanto el Instituto Nacional Electoral (INE) como el Instituto Morelense de Procesos Electorales y Participación Ciudadana (Impepac), responden a entes muy específicos, que de ninguna manera empatan con las necesidades del elector.
El problema es que cada vez son menos los que deciden la integración de las cámaras legislativas, ya sea el Congreso local o federal, la elección de alcaldes y demás posiciones que integran el cabildo en los ayuntamientos, llegando a límites de ilegitimidad.
Veamos, se habla que para esta justa del siete de junio la lista nominal de votantes se aproxima a un millón 500 mil, pero se advierte que de ellos, sólo estaría acudiendo a sufragar, el 30 por ciento, es decir, algo así como 500 mil y en todo el estado, para todas las posiciones en juego, o sea, una tercera parte.
Pongamos un ejemplo, si para el caso de la elección de un presidente municipal como Jiutepec, el padrón electoral fuera de 100 mil votantes, estarían concurriendo a emitir su voto algo así como 30 mil, pero para todos los aspirantes en la contienda, de tal manera que quien gane lo haría con un promedio de seis o siete mil, ¿es esto legitimidad?, por supuesto que no y eso debiera ser motivo de preocupación de los mismos políticos, sin embargo, continuamos apreciando desdén por la inconformidad y enojo de la gente.
Y como le decíamos, no valen protestas ni presiones, como eso de las candidaturas independientes, de todas maneras se les cierra la puerta mediante todo tipo de candados y artimañas cuidadosamente diseñadas para que las cosas continúen igual, en verdad que es desesperante.
Quienes se dedican a la política vienen perdiendo valores fundamentales, en primera instancia, no hay vocación de servicio, su desempeño suele ser contrario a los compromisos asumidos ante la población en las campañas. Una vez en funciones, convierten los poderes, las representaciones en negocio personal, abusando descaradamente del uso de los recursos públicos, para generar fortunas, mientras la pobreza y marginación crecen exponencialmente en la población abierta.
Lo vemos en corto, de unos años a la fecha los ayuntamientos entraron en quiebra financiera, ¿Cuáles son los motivos de ello?, pues la corrupción y el descaro, visibles en el derroche de quienes están ahí para cuidar que los dineros del pueblo sean usados con trasparencia y pulcritud.
Los escándalos aparecen por todos lados, producto de acciones de todos los colores y partidos, porque ahí no existe mayor diferencia que los discursos demagógicos que buscan todavía confundir a pesar de que todo mundo se da cuenta de la rapiña con la que actúan.
Y analice el tema que le guste, si opta por la impartición de justicia, igual y acaba fulminado por la decepción, podredumbre, perversión, maldad, que son parte de lo que nos tiene casi de rodillas ante la delincuencia, por las complicidades, y no se diga la omisión en lo que corresponde a la persecución y sanción a los responsables de hechos abominables.
¿Cómo se le puede pedir al ciudadano comprensión y más tolerancia?, por eso hay tanta desilusión y falta de interés en participar, son ya muchas décadas de fracasos, decepciones, engaños, que no terminan, pero que cada vez generan mayor daño.
Y no tienen porqué extrañarse de todo eso, sólo necesitan revisar un poco su pasado para que comprendan las razones del descontento, habría que estar en los zapatos de quienes viven en la desesperación y el abandono casi total, sin oportunidades de empleo, tampoco preparación, porque para eso se necesita dinero, inmersos en un círculo vicioso interminable, mientras otros, sin mayor esfuerzo continúan amasando fortunas al amparo del presupuesto y erario público.
Ojalá que comenzara a aparecer la prudencia en la mayoría de esos políticos que además, ya no obedecen a militancia ni a ética partidista, van de un lado para otro a fin de continuar gozando de privilegios con representaciones que a nadie representan.