Se generó un interesante dinamismo, algo que a nadie se le había ocurrido, al joven delegado se le prendió el foco y mire que sí funcionó. Personalmente dio muestras de capacidad y hasta donde nos quedamos, la SG a nivel central le reconoció su esfuerzo. Sin embargo, la administración de gobierno local lo vio como un protagonismo que restaba imagen y presencia a las figuras estatales de gobierno.
Eso provocó que desde alguna dependencia federal se atendiera la petición -eso es lo que se dice por ahí, la verdad es que él es muy discreto y nunca la dicho nada- de removerlo, porque restaba reflectores y como Juan Salgado Brito es el coordinador de delegaciones a nivel nacional, además con un acercamiento e identificación fuerte con la administración perredista en la entidad, no fue ningún problema.
A Castro Ibarra lo trasfirieron, con el mismo cargo, al vecino estado de Guerrero, una plaza bastante complicada si nos atenemos al ambiente que priva desde hace mucho tiempo, en particular, con lo que tiene que ver con la delincuencia organizada y en ello esa delegación a su cargo tiene incidencia directa.
Lo menos que se consideró es que su traslado era una especie de castigo, pero al paso de los meses, el muchacho parece volver a mostrar que sí es capaz y que su corta edad para una responsabilidad de tal magnitud no es obstáculo. Y nos referimos al tema, porque con su incidencia directa y desde luego el apoyo de Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, alcanzaron un acuerdo de civilidad entre los aspirantes al gobierno de esta entidad.
Esto es sumamente trascendente si hablamos del territorio guerrerense, lo menos que tenía que darse, es lograr que los candidatos a la gubernatura se comprometieran a desarrollar lo que queda de sus campañas electorales, con civilidad y respeto ante los adversarios partidistas.
Algo que finalmente no se pudo conseguir en Cuernavaca con los contendientes, sólo dos o tres firmaron el pacto de no agresión, ni denostación, y ya ve usted lo que viene aconteciendo. Las campañas negras toman fuerza y eso está lejos de abonar en la armonía y un buen ambiente, a fin de estimular la votación.
Pues Castro Ibarra se apunta un diez, seguramente no habrá sido nada sencillo sentar en la misma mesa a priistas, perredistas y agregados, en una plaza bastante calientita, donde además existía la amenaza de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación del Estado de Guerrero (CETEG) de boicotear el proceso electoral, seguramente apoyando a las mafias locales.
Por lo visto, el primer objetivo va alcanzándose, apaciguar los ánimos de los rijosos, pero ahora con el pacto de civilidad se logra un segundo objetivo: que el trabajo electoral de los actores se centre en propuestas y no agresiones y mire que si en algún espacio se necesitan de esas circunstancias, si se desea comenzar a enderezar el camino, es en esa entidad.
A nosotros como morelenses nos urge que la situación mejore ahí, porque es claro que en mucho, los elevados índices delincuenciales que afectan a muestra entidad, son producto de pandillas que han sentado sus reales durante años en el estado sureño. Un descenso en las estadísticas allá, significaría una baja sensible en delitos de alto impacto del lado nuestro.
Pero además, los propios políticos son los responsables de la desafortunada imagen que sus partidos tienen ante la ciudadanía, que ésta les tenga tanta desconfianza y nula credibilidad, porque empeñados en mantener el control en los monopolios del poder y del dinero público, se despedazan unos a otros, frente a los ojos ciudadanos que impávidos ven toda la suciedad que se echan en cara, abonando en el descontento.
Pero consideramos interesante resaltar la participación en este convenio de Castro Ibarra, ello indica que el muchacho ya trae muchas tablas y ha venido formándose aceleradamente, a su paso por Morelos su trabajo sentó precedentes, aunque eso fuera precisamente lo que lo llevara a irse de aquí.
Y por lo que toca a las tendencias en la elección en aquella entidad, parece que se cumplen nuestros pronósticos en el sentido de que la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en Iguala, con presunta participación de políticos identificados con el PRD, sería la tumba del dominio perredista en este estado.
¿Y por qué es tan importante?, pues porque durante mucho tiempo, los amarillos soñaron con alcanzar el control del corredor que conforman el Distrito Federal, Morelos y Guerrero, eventualmente agregando a Michoacán. El objetivo lo lograron, pero como que ha sido bastante efímero, así se aprecia en este momento.
Es decir que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) estaría en vísperas de recuperar la plaza, las tendencias lo favorecen y es que a decir de algunos amigos guerrerenses, el PRD logró confundir a la sociedad en lo de los estudiantes, pero a nivel nacional, es decir que pudo endosarle la responsabilidad al gobierno federal, pero que en Guerrero no ha sido así, que los lugareños tienen perfectamente clara la película y van dispuestos a castigar al perredismo.
Sobre todo por la presunta implicación que habría tenido en el suceso el ex gobernador Ángel Aguirre Rivero, obligado a separarse del cargo, aunque legalmente pareciera haber sido perdonado, desde el centro, por supuesto con la intermediación de la dirigencia nacional de su partido. No obstante, están a punto de perder lo que tanto añoraron: ganar esta franja para desde ahí buscar ampliar su influencia.