Y decimos que no habrá grandes sorpresas positivas entre agosto y septiembre, porque –igual que ocurrió hace más de un año, nuevamente vemos a una administración en quiebra, al interior del gobierno se menciona que no hay dinero para cumplir con lo más urgente y se le atribuye al proceso electoral recién concluido, el haber dejado las arcas vacías.
Es decir, que como se llegó a sospechar, cientos de millones de pesos fueron desviados para apoyar proyectos electorales que finalmente fueron objeto de estrepitosos fracasos. Bueno, hay quienes, desde dentro del propio régimen aseguran que sólo la candidatura a la presidencia municipal de Cuernavaca le costó a los morelenses –porque finalmente es dinero del pueblo- 400 millones de pesos, que también Jiutepec mereció sendos apoyos, a fin de que el delfín oficial Manuel Agüero Tovar pudiera quedarse con la presidencia municipal, porque a decir verdad, se la robó aún con todo ese derroche.
Pero además, se insistió igualmente en que el gobierno perredista de Morelos financió la campaña de la candidata del Partido de la Revolución Democrática (PRD) a la gubernatura de Guerrero y también perdió, entonces los cálculos sitúan la distracción de recursos por encima de mil millones de pesos y a lo mejor somos conservadores.
Fueron recursos tirados a la basura, por los resultados negativos, no hay manera de recuperarlos, entonces la inversión pública estatal en lo que resta del año pudiera ser casi nula, acaso se dará seguimiento a algunos proyectos de mediana y baja estatura ya en proceso, pero en lo que se refiere al presupuesto público, todos los indicios llevan a considerar que los pasivos se van a seguir acumulando.
Independientemente de una deuda pública de más de cinco mil millones de pesos, por la que se pagan servicios del orden de 600 millones de pesos al año, como lo señalara la titular de hacienda Adriana Flores Garza, hay deudas con proveedores que sumadas hacen una cantidad nada cómoda, es decir el ejercicio gubernamental se viene empantanando.
Pero no sólo eso, igualmente hay datos que llevan a la conclusión de que la escasa obra pública de relevancia que se compromete, es asignada, mediante contratos a veces abultados, a empresarios del ramo de fuera de la entidad, el Estadio Agustín “Coruco” Díaz, por ejemplo, corrió a cargo de una constructora poblana, que todo indica, seguirá siendo favorecida en desarrollos futuros.
O sea las empresas locales han sido desplazadas y eso es origen de descapitalización de las mismas, así como desempleo y baja en el nivel de circulante, inhibiendo el desarrollo económico a nivel estatal. Todo ello ha alimentado el descontento en amplios sectores de la sociedad, que decidió emitir un voto de castigo en las elecciones pasadas.
Y si los números en la elección no parecieron ser tan contundentes, es porque más de la mitad de dichos sufragios fueron comprados con ese dinero que seguramente, hoy hace falta para que la administración cumpla con sus compromisos tanto en demanda de obra, como de pago a servicios prestados de toda naturaleza.
Reiteramos, el gobernador Graco Ramírez tendrá que hacer un alto en el camino, reconocer que las cosas no han salido del todo bien y que hay una percepción colectiva de rechazo al desempeño de su gestión. A propósito del periodo electoral, se hicieron mediciones para ver la aceptación de tres figuras, la del presidente de la república Enrique Peña Nieto, la del alcalde de Cuernavaca Jorge Morales Barud y la del mandatario estatal, el resultado fue un último lugar para la administración de estado, eso tendría que ser objeto de preocupación.
El que escribe tuvo la oportunidad de ser muy amigo de Lauro Ortega Martínez ya como ex gobernador y entre tantas enseñanzas quedan algunas expresiones presentes. Él decía que un jefe de estado necesita de medio año para poder sentarse bien en la silla, a partir de ahí tiene que comenzar a dar resultados a sus gobernados.
Y mencionaba que hacia el tercero y cuarto año se logra la mayor fortaleza y liderazgo de una administración, ya en el quinto comienza el declive, la cosa es que aquí nos encontramos en una situación contraria, estamos arribando a la mitad del mandato y pareciera que es el sexto, necesariamente algo no ha venido funcionando bien y tendrían que encontrarse las causas.
¿Será o no verdad?, pero la mayoría de los morelenses consideran que la corrupción desde las instituciones públicas locales ha llegado a niveles sin precedentes, no por lo menos en comparación con los recientes cuatro o cinco sexenios, que se ha favorecido a un club de amigos en lo que toca a beneficios derivados del régimen, sobre todo familiares y amigos.
Errores infantiles en lo que toca a relaciones y trato con algunos entes que siguen siendo respetados desde todos los ámbitos, como la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM).
El asunto es que mientras más se niegue en Palacio, más se creé que son los responsables, porque se convierten en verdades públicas, y se ha llegado a un punto en el que se desconfía de todo lo que venga de esos “servidores públicos”.