Morelos no escapó a esa tentación y en las elecciones parciales de 1997, le dio la oportunidad al Partido Acción Nacional (PAN) de gobernar la capital del estado, con un candidato externo, Sergio Estrada Cajigal Ramírez; Jiutepec y Temixco secundaron esa acción.
Pero ya para el año 2000, igual que como ocurrió en la presidencia de la República, el panismo se apoderó también del gobierno estatal en la entidad y de esa manera se abría la puerta de una esperanza colectiva por darle paso a la democracia, que a nivel social se interpreta como un primer paso a la consolidación de la libertad.
Los morelenses veníamos de padecer una mala experiencia, que fue la principal causa de la derrota del tricolor, la caída de un gobernador, Jorge Carrillo Olea, quien solo duró cuatro años en el poder y su sexenio sería complementado por otros dos jorges, Morales Barud y Arturo García Rubí.
Presa de la persecución presidencial por parte de Ernesto Zedillo Ponce de León, el general se vio obligado a dimitir, acusado de complicidades con la delincuencia, un 18 de mayo de 1998, aunque la verdad histórica es que desde el centro del país se sembraron toda clase de delitos para quitarlo de en medio. Por cierto, el actual mandatario Graco Ramírez Garrido fue uno de los que le hicieron el trabajo sucio a la presidencia para dar el golpe final.
Las condiciones estaban dadas para que el viejo sistema fuera desplazado y así ocurrió en el 2000, Estrada Cajigal, tras ser alcalde capitalino, contendió por la gubernatura, derrotando al entonces candidato del PRI, Juan Salgado Brito.
Las cosas no le salieron muy bien en la primera mitad del mandato, muy joven y con escasa experiencia en el arte de gobernar, cayó en algunas tentaciones con las que estuvo a punto de que correr la misma suerte de Carrillo, sin embargo, desde el gobierno federal le quitaron piezas que no encajaban en el engranaje, como el entonces secretario de Gobierno, Eduardo Becerra Pérez o el que fuera jefe policiaco, José Agustín Montiel López y como que enderezó el rumbo, los últimos tres años fueron diferentes, logró incluso dejar buen sabor de boca.
Todavía pudo, no sin esfuerzos claro, heredar el cargo a otro panista, Marco Antonio Adame Castillo, que tampoco escapó del riesgo de ser depuesto, sobre todo tras aquel movimiento magisterial de mediados del 2008, que lo llevó a presentar su renuncia ante la Secretaría de Gobernación, aunque no le fue aceptada y por el contrario, le enviaron operadores para salvar el cuello.
Como quiera que sea, logró llegar a la orilla, aunque ya con un desgaste impresionante que le imposibilitó operar a fin de que Acción Nacional continuara al frente de las instituciones locales. Pero vistas y analizadas hacia atrás algunas administraciones estatales, las dos panistas no parecen muy diferentes a las priistas, el rendimiento y desempeño no muestra grandes diferencias, sin embargo, lo que Morelos vive en estos momentos, con un gobierno encabezado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), no tiene comparación con ese pasado, sería ofender a los ex gobernadores hacer la mínima comparación.
Sí se dieron gestiones con algunos grados preocupantes de corrupción, como en el sexenio de Antonio Riva Palacio, sin embargo, eran minucias respecto a lo que vivimos hoy día, estamos ante el desmantelamiento institucional, el enriquecimiento de tres o cuatro políticos de aventura es perfectamente explicable.
En lo referente a los cuatro años de Carrillo Olea podríamos atribuirle muchos errores e incluso deficiencias en materia de combate a la inseguridad y delincuencia, aunque mucho fue perpetrado desde la cúpula del poder federal, pero en lo que toca a acciones de corrupción, la verdad no hay gran cosa qué decir.
Bueno, el general, hasta donde sabemos, no pasó nunca de su casa en el fraccionamiento de Limoneros, en Ahuatepec, que luego vendió para comprar una más chica cerca del hotel Vista Hermosa, aquí en la capital y jamás se le conoció de algunas transas, tampoco a sus familiares o cercanos, por eso tenemos que insistir que compararlo con Graco Ramírez sería para él una mentada de m. y tendría razón, aquí estamos ante algo realmente sin parámetro con el pasado.
Y bueno, tampoco el priismo podía negar que le metía mano a algunas cosas y buscaban sacar beneficio del ejercicio del poder, pero se cuidaban las formas, generalmente la familia mantenía cierta distancia y había que escarbarle profundo para dar con los hilos que llevaban a conformar acciones de corrupción.
Lo que está ocurriendo en la administración de Ramírez Garrido es distinto, ahí está la ex pareja, el hijo, los hijastros, las novias de los retoños, las ramas familiares de amigos y cómplices, como en lo referente al Secretario de Movilidad y Transporte, Jorge Messeguer Guillén y de otros grupos consanguíneos que se vienen sumando y que pudieran apoderarse de más espacios de control, como la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Morelos.
Pero en lo referente al robo del erario, no se trata de algunos miles de pesos, no, hablamos de cientos de millones y en una sola tajada, como en lo referente al sistema estatal de salud, de cuyo contrato en la compra de medicinas pudieron llevarse unos 400 millones.
Y en contraparte, ¿Cuál es la acción que, como autoridades nos están dejando?, al menos en estos tres años cuatro meses, la actual aparece como la más pobre gestión gubernamental de que se tenga memoria y si le han puesto empeño al tema de la seguridad con el caso del Mando Único, es porque viene como instrucción de la federación, aunque tampoco ha sido de gran beneficio, seguimos inmersos en la delincuencia y el crimen de alto nivel.