Tenemos una buena noticia, en el mundo las fuentes renovables de energía están ganando terreno y cada año se instalan más plantas de generación renovable. De acuerdo con el reporte estadístico de la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA) ,en el mundo se añadieron más de 260 GW de capacidad de fuentes renovables de energía en el 2020, incrementándose en cerca del 50 por ciento a la expansión que se realizó en 2019. Este dato sobrepasó a las estimaciones de mediados del año pasado al inicio de la crisis económica provocada por la COVID-19. Es de reconocer que todavía se instalan plantas de generación con combustibles fósiles, pero solamente fueron 60 GW de capacidad instalada con fósiles, que es menor a un cuarto de la instalación de fuentes renovables.
Por supuesto que debemos redoblar los esfuerzos para aumentar la eficiencia con la que usamos la energía y de ser necesario la ampliación de la capacidad de generación, debemos optar por las fuentes renovables.
Al anunciar estas noticias, el director del IRENA, Francesco la Camera, afirmó: “Estos números dicen una notable historia de resiliencia y esperanza. A pesar de los retos y la incertidumbre del 2020, las energías renovables emergen como una fuente de innegable optimismo para un mejor, más equitativo, resiliente, limpio y justo futuro”. Por supuesto comparto su opinión y considero importante redoblar los esfuerzos para construir ese futuro con bienestar social.
En particular, Francesco la Camera enfatizó que estamos comenzando la década de las energías renovables. Así es como en el mundo se observa que para salir de la crisis económica el impulso a las fuentes renovables es una alternativa real y posible. No solo los costos de la energía generada con renovables están disminuyendo día con día, sino que cada vez más las opciones renovables se adecúan al entorno natural y social construyendo caminos hacia la sustentabilidad.
Parte de las buenas noticias son que, a pesar de la crisis económica provocada por la COVID-19, las opciones renovables están mostrando sus bondades y se están posicionando cada vez más en la selección de alternativas energéticas. Por supuesto que la búsqueda de opciones eficientes siempre es preferible a la generación de energía, pero es claro que necesitamos generar energía para poder construir bienestar social.
Los datos son importantes y podemos afirmar que en nuestro país pasamos de tener en el 2011 una capacidad instalada de 13,480 MW a 28,358 MW en el 2020. De esta capacidad instalada en 2020, de acuerdo con los datos oficiales que comparte IRENA, observamos que 12,671 MW son hidroeléctricos, 8,128 MW corresponden a eólica, 5, 630 MW a fotovoltaica, la termosolar aporta 14 MW, mientras que 1,010 MW son de bioenergía y de geotermia 906 MW para un total de 32.2 % de proporción de renovables en la generación eléctrica.
Estas contribuciones de renovables diferentes a la hidroeléctrica son fundamentalmente aportadas por las personas y empresas que están convencidas de que es necesario contribuir para contender contra el cambio climático. Además de esta ventaja ambiental, para las personas y empresas es evidente que el costo de la electricidad generada con fuentes renovables es más barato que la generada con combustibles fósiles; de esta manera, salimos ganando quienes instalamos renovables en forma distribuida y quienes vivimos y respiramos un aire menos contaminado. Claramente, al definir estrategias de ahorro y uso eficiente de energía estamos disminuyendo los efectos negativos de nuestras actividades.
Desde mi perspectiva es necesario un cambio en la política energética del país y que con ello decididamente se fomente el uso de las fuentes renovables de energía. Este giro, además de los beneficios ambientales, abrirá más empleos mejor remunerados y posibilitará de una manera más directa la democratización de la energía.
Sirvan estas líneas para motivación para, con ella, exigir un cambio de política energética hacia el bienestar social.