Estamos en otra ola de contagios de COVID-19 y estoy seguro de que nos hemos preguntado ¿por qué nos estamos enfermando? Sabemos cómo nos contagiamos, mediante las gotículas que se emiten por otras personas enfermas. También sabemos que el vacunarnos ayuda a que nuestro sistema inmunológico pueda responder ante el SARS-COV2 y evitar que nos haga estragos y produzca nuestra muerte. Pero, la pregunta fue ¿por qué nos enfermamos?
Nos hemos acostumbrado a vernos como la cúspide de la evolución en este planeta. Colocamos a la especie humana como esa cúspide resultado de la evolución de la vida en este planeta.
Este proceso de evolución, que generalmente lo ligamos a la mejora en adaptación, podría conducirnos a tener un sistema inmunológico que responda ante cualquier otro agente externo. Pero no es así, ya que enfermamos y, es más, morimos.
Con estos pensamientos surcando mi cabeza por algún tiempo, encontré un muy interesante libro escrito por la paleoantropóloga María Martinón-Torres, titulado “Homo Imperfectus: ¿Por qué seguimos enfermando a pesar de la evolución?”
Con mucho gusto empecé a leer el libro y encontré muchas preguntas que quizá compartimos con la Dra. Martinón Torres y otras que nunca habían aparecido en mi radar. Una vez que empezamos a leer este libro encontramos algunas preguntas que nos pueden despertar curiosidad. Por ejemplo: ¿en qué le beneficia a la especie humana el que cada persona sea consciente de su propia finitud? Es decir, el conocimiento de que en algún momento en el futuro moriremos, ¿beneficia a la especie para su supervivencia?
Me parece interesante ligar esta pregunta con el dilema del prisionero. Este dilema consiste en que: “La policía arresta a dos sospechosos. No hay pruebas suficientes para condenarlos y, tras haberlos separado, los visita a cada uno y les ofrece el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a la pena total, diez años, y el primero será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y será el cómplice quien salga libre. Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años. Si ambos lo niegan, todo lo que podrán hacer será encerrarlos durante un año por un cargo menor” [2]. Podemos ver que un comportamiento cooperativista entre los prisioneros tiene una consecuencia mucho menor para ambos, aunque un comportamiento egoísta puede tener una recompensa mucho mejor: salir libre inmediatamente, en caso de que el otro prisionero se niegue a confesar.
Una variante de este juego con recompensas en lugar de castigos se puede repetir muchísimas veces y hacerlo iterativamente para estudiar el comportamiento humano. Las personas tienden a jugar cooperativa o egoístamente dependiendo si se conoce el tiempo en el que terminarán las repeticiones y cuando se acerca el tiempo final, el comportamiento egoísta suele aflorar. Este comportamiento es discutido en el libro de la Dra. Martinón en lo relativo a la muerte y tiene varios ejemplos muy bien desarrollados en torno a nuestro comportamiento ante la vejez. Enfatiza que el comportamiento cooperativista es el que hace verdaderamente a la especie humana.
En el libro, la autora señala que las propias enfermedades se pueden ver como un precio por el éxito en la evolución de nuestra especie. Sin lugar a dudas la domesticación de los animales nos ha dado una ventaja para alimentar a una mayor población humana. Sin embargo, precisamente la domesticación de los animales y el contacto cercano con ellos nos ha dado resistencia pero al mismo tiempo que desatado las implacables pandemias que hemos sufrido.
La resistencia en el continente euroasiático a la viruela (enfermedad de origen en el ganado vacuno, zoonosis) fue una ventaja sobre la población originaria en América durante la Conquista. Por otro lado, parece ser que el surgimiento de la COVID-19 es por zoonosis, pero dada la extensión y la rápida movilidad de la sociedad actual ocasionó la pandemia en unos pocos meses. Sin embargo, el conocimiento que ahora tenemos construyó la vacuna en cerca de un año y estuvo a disposición de un gran número de personas en cerca de un año.
Las personas somos parte de una especie con un éxito inigualable en cuanto al uso de los recursos de este planeta que compartimos con otras especies, pero no podemos decir que somos la cúspide de la evolución. El libro cumple su objetivo al compartirnos una visión de nuestra especie diferente, menos egoísta y más realista, pero enfocada a disfrutar la vida y la salud al poder entender lo que nos pasa a través de la luz del conocimiento de la antigüedad usando la biología y herramientas de la medicina.
Estas son unas de las reflexiones que me provocó la lectura del libro “Homo imperfectus”. Por supuesto, este escrito no es una reseña del libro, pero sí una invitación a su lectura. En él con un lenguaje sencillo se discuten profundas preguntas de nuestra vida cotidiana con argumentos basados en el conocimiento científico y social.
[1] M. Martinón Torres, “Homo Imperfectus: ¿Por qué seguimos enfermando a pesar de la evolución” (Ediciones Destino, 2022) ISBN 978-84-233-6155-7
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Dilema_del_prisionero