En semanas anteriores se dieron a conocer los resultados de los exámenes de admisión para diferentes universidades. Como siempre, los resultados del examen de admisión de la UNAM genero muchos comentarios. Entre ellos, la semana pasada me encontré en X-Twitter un excelente video de Vero Tegeiro [1] que en cinco minutos plantea que el problema de la educación superior no está en el número de lugares en este tercer nivel de la educación sino en la calidad de la educación básica y media, es decir, debemos reflexionar sobre la calidad de la educación que reciben nuestra niñez y nuestras juventudes.
La propuesta de crear más universidades parece muy buena y se puede justificar con algunos indicadores. Por ejemplo analicemos el porcentaje de personas de cualquier grupo de edad matriculadas en educación terciaria o superior, expresado como porcentaje del total población del grupo de cinco años de edad posterior al egreso de la escuela secundaria (~18-23 años). Me propongo ilustrar el caso con dos regiones que incluyen a México: Norte América y América Latina y el Caribe. Primero, en 1990 este indicador de matrícula en educación superior de Norte América era de 71 % y para América Latina y el Caribe era de 17 %; mientras que para México, individualmente, era del 15.5 %. Estos datos indicaban que la brecha entre Canadá y Estados Unidos con México era muy grande; pero con respecto a América Latina estábamos en el promedio. La situación cambio para el 2018 y era la siguiente: 86.5 %,52.2 % y 41.6 %, respectivamente. Con estos datos claramente, en las regiones donde estamos hubo un crecimiento, pero muy a nuestro pesar la matrícula en nuestro país no creció al mismo ritmo. Este indicador justifica la creación de universidades. Sin embargo, podemos revisar qué pasó con la creación de las Universidades Benito Juárez; parece que solamente contribuyó en un crecimiento de 4 %, pues la matrícula en México creció a 45.7 % para 2021.
Aunque, solamente fijarnos en este indicador oculta lo que Vero Teijeiro enfatiza y en lo que debemos ocuparnos: la mayoría de postulantes a un lugar en nuestras instituciones de nivel superior no pasa el examen de ingreso o diagnóstico indicando que los niveles primarios y secundarios no están cumpliendo con brindar una educación comparable con otras regiones del mundo.
Podemos implementar diversos indicadores para evaluar, no solo la cobertura sino también, la calidad; como siempre podemos compararnos con otras sociedades y para ello necesitamos indicadores globales. Déjenme usar uno que tenemos a la mano: el resultado de la prueba PISA de matemáticas [3]. Podemos mencionar que en esta prueba, del 2003 al 2006 la evaluación pasó de 391 a 410 para varones y de 380 a 401 para mujeres, creció; para 2009 los puntajes fueron de 425 y 412 respectivamente; es decir todavía hubo un ligero crecimiento; pero para 2012 los puntajes decrecieron a 420 y 406. El decrecimiento continuó y para el 2022 los puntajes retrocedieron a 401 para varones y 389 para mujeres es decir hubo un retroceso de 20 años en el puntaje. Situación similar se aprecia en el desempeño de lectura de comprensión y uso de la información escrita. No hemos avanzado en este siglo en la calidad de la educación incluso con las alternancias de gobierno.
Estos datos refuerzan lo que Vero Teijeiro señala, nuestro problema también está en la calidad de la educación básica y secundaria.
Considero que podemos estar de acuerdo, en que en general, quien tiene un grado universitario tiene mayores tasas de empleabilidad y mejor salario que quien tiene un nivel de escolaridad menor. Esto se traduce en un mayor nivel de vida, mejor acceso a bienes y servicios, y mayor seguridad económica. En general, la educación superior fomenta el desarrollo de habilidades cognitivas como el pensamiento crítico, la resolución de problemas y el análisis de información. Estas habilidades son esenciales para tener éxito en el mercado laboral actual y para tomar decisiones informadas en la vida personal. Las personas con mayor nivel educativo tienden a ser más participativas en la vida cívica y social de sus comunidades. Votan con mayor frecuencia, se involucran en actividades voluntarias y se postulan para cargos públicos. Esto contribuye a una sociedad más democrática y participativa. Existe una correlación positiva entre el nivel educativo y la salud. Las madres con educación superior tienden a priorizar la salud y la educación de sus hijos e hijas, creando un ciclo positivo intergeneracional. La educación superior puede ayudar a las personas a desarrollar habilidades para afrontar el estrés, la ansiedad y la depresión. Las personas con mayor nivel educativo suelen tener una mayor conciencia sobre la importancia de la sustentabilidad y el cuidado del medio ambiente.
La educación de nivel terciario no solo beneficia a los individuos que la reciben, sino que también tiene un impacto positivo y significativo en la sociedad en general, contribuyendo al desarrollo económico, social, y sustentable de una región. Por ello, aumentar el acceso y la calidad de la educación terciaria es clave para construir un mayor bienestar y desarrollo sustentable a nivel nacional.
Sin embargo, no debemos perder el foco en reconocer que, aunque ampliemos la cobertura de educación superior, ella por si sola no puede resolver los problemas que enfrentamos y que una educación básica y media de calidad es primordial para verdaderamente construir el bienestar social.
[1] https://twitter.com/VeroTeigeiro/status/1814472876130443479
[2] https://ourworldindata.org/grapher/gross-enrollment-ratio-in-tertiary-education
[3] https://ourworldindata.org/grapher/pisa-mean-performance-on-the-mathematics-scale-by-sex?time=2003..latest&country=~MEX