El matrimonio no es la solución para nada, aunque tampoco tiene por qué ser un conflicto, un problema o algo negativo. Cierto que muchos mexicanos (humanos y humanas) prefieren las relaciones tóxicas, destructivas y codependientes, como tú (quizás), pero hay otras formas de convivir, con sus respectivas circunstancias, beneficios y asegunes.
Otra aclaración es que la mayoría de los escritores que conozco pasan sus vidas solos o con diferentes parejas, casi siempre entre conflictos, hijos abandonados, violencia intrafamiliar, ridículos divorcios, huidas en medio de la noche y denuncias en redes sociales. Y no es una cosa de género: va parejo en hombres, mujeres y otras denominaciones.
¿Por qué los artistas son tan conflictivos en estas cuestiones? Lo ignoro, aunque podría ensayar algunas respuestas: a) los artistas vienen defectuosos de nacimiento —es mi caso— y no sanan sus heridas —no es mi caso— para tener vínculos más saludables —lo que intento—; b) los artistas están locos porque su función social es poco comprendida y sus posibilidades profesionales son limitadas; c) los artistas son como cualquier persona, con los mismos líos y traumas, no tendrían por qué ser diferentes. Ahora tú ensaya otra posibilidad.
Yo estuve casado por años y poco puedo decir: fui feliz y crecí como persona y profesionalmente (ambos, pues). Amé y fui amado, de eso no hay duda. Luego se acabó de forma asertiva y continué mi vida. Hace ya buenos años soy soltero y sí, he tenido alguna novia, pero poco puedo hablar de la vida en pareja en la última década, he estado solo la mayoría del tiempo. Tener pareja no ha sido una prioridad hasta ahora, me he concentrado en ser padre y en escribir.
Cuando mi terapeuta me preguntó si volvería a casarme, contesté: “Todas las veces que sean necesarias” y me declaró sano. El matrimonio no es vicio, pero sí un beneficio. Me explico: yo sí creo en comprometerme con una persona; en especial, creo en el compromiso con uno mismo, y a partir de eso, la posible creación de un sistema familiar, aunque solo sea de dos personas.
Puedes pensar que estoy loco. Incluso hay un dicho: “Salvemos las dos vidas, no al matrimonio”, lo que da risa, pero también tristeza. Igual sí estoy algo loco, pero tengo mis argumentos: veo la vida en pareja como algo positivo en mi vida y la de una mujer. Una cosa más: no predico: yo podría casarme y ser feliz, pero no por eso te lo recomiendo, es más, por favor, no lo hagas, mejor invierte tu tiempo y dinero en terapia.
Las ventajas de la vida en matrimonio para mí son claras: compañía, mimos, cursilería, apoyo, construcción de un patrimonio, crecimiento personal y profesional, estabilidad compartida, diálogo y debate, apoyo legal, responsabilidades, placeres. No veo problemas, porque no soy problemático.
Creo, eso sí, que la individualidad de cada persona es innegociable. Cada individuo en la pareja debe conservar su propia identidad, pasiones, oficio, ahorro, cosas, salud, ideología, vínculos, religión y capacidades por siempre. Para mí, casarse no significa perder-perder, sino ganar-ganar.
Mucho se habla de las labores domésticas como un problema entre cónyuges. Aún existe la duda de quién debe realizarlas (luego por qué somos tercermundistas…), pero un hombre o una mujer que limpien y cocinen solo son funcionales, nada que aplaudir. Ese es un pobre debate, la realidad es que hay muchas más posibilidades en una unión que decidir quién lava los trastes.
Como escritor, veo otras ventajas: construir un espacio de convivencia benéfica para dos personas (o más), lo que permite establecer hábitos de forma ordenada y quizás más rápida. Igual puede invertirse en una casa común y realizar ahí diferentes anhelos (o sumarlos), como una biblioteca personal o familiar ilimitada, una sala de cine, un cuarto de baile o de instrumentos musicales, una terraza. En especial me causa interés un lindo jardín, con muchas variedades florales y frutales.
Tener pareja es mucho más, pero este es parte de mi enfoque. Quizás por eso sigo soltero. Y tal vez por una razón inconsciente ahora escribo del tema, algo así como “Anda, muchacho, ya puedes casarte de nuevo”. No sé. Gracias.