Sociedad

El escritor y su ciudad


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Para Lizbeth Vargas, de Temixco.

Muchos escritores creen vivir en su mundo de fantasía o en su propia irrealidad, hablan de mundos ideales y de sitios fabulosos en donde crean sus fútiles e intelectuales obras. Yo no soy así: vivo en México, un país de altos contrastes y curiosas oportunidades.

Lo que veo cada día influye en lo que escribo. En especial el paisaje de donde vivo. Soy flor de asfalto, siempre he vivido en una ciudad. En 1979 fui parido sin dolor y sin esperanzas en la Ciudad de México, Delegación Cuauhtémoc, o sea, el mero Centro del Centro del país. La ciudad ya apestaba, aunque no tanto como ahora.

Viví años en Cuautitlán Izcalli, zona metropolitana de la CDMX, ahí parecía provincia, pero no lo es: tiene calles asfaltadas y bachosas, construcciones citadinas y costumbres capitalinas; casi todos los vecinos eran chilangos migrantes, la dinámica social era una extensión de la Gran Ciudad, con su violencia, sus robos, su agandalle cotidiano. No salíamos a la calle porque había vándalos malditos.

Llegamos a la Ciudad Industrial del Valle de Cuernavaca en 1987 = más ciudad. Pasé años en la mera mera Cuernavaca, que parece pueblo pero es ciudad. Me vine a Querétaro, que se convirtió en una mancha urbana con todas las de la ley, con su smog y sus asaltos. Pasé una temporada en mi amada y ñera Capital, ya grandecito, por el apestoso y descocado metro Balderas, intensidad pura. Conozco de barrio, cemento y caos, pero no de campo.

A pesar de que me muevo mucho, vivo en Querétaro hace una década y me gusta. En especial porque no hay tanta violencia (o no se percibe), pero también porque es la ciudad en donde más y mejor he escrito: una especie de cábala geográfica. Diré que quince de mis treinta libros terminados fueron planeados y escritos aquí. Por eso volví y pienso seguir un tiempo considerable: en la calma de esta ciudad (y eso que vivo en el Centro) puedo concentrarme en mis obsesiones y escribirlas.

¿Qué hay en este paisaje urbano que me seduce tanto? Para comenzar, el Centro es Patrimonio de la Humanidad y a sido mejorado recientemente. Es un goce pasear por sus calles, sus casas viejas y sus puertas añejadas por el sol, pero también por sus barriadas locas y populacheras.

De esta ciudad me gustan los cielos. Lo que en Cuernavaca predomina, además de la violencia y la impunidad, es el follaje, los árboles, las bugambilias; acá no hay de eso, es un semidesierto, por eso los cielos nubados me encantan. Me relajan y emocionan. Querétaro puede ser muy aburrido, pero su calma es también una virtud.

Uno de mis pasatiempos favoritos es observar, y aunque el paisaje rural me fascina, me identifico más con la selva de concreto. De eso van la mayoría de mis historias, que trato de hacer sin un lugar determinado, pero la verdad es que sí nacen de sitios específicos. Narro sobre golpes, traiciones, agresiones, fraudes, machismo, muerte, desesperación, pobreza, clasismo, calles, Godínez, aglomeraciones, indiferencia, depresión, suicidio, todo lo cual también encuentro donde habito. O sea, requiero de tranquilidad, pero no tanta, pues.

Más allá de la mera ciudad, lo que ocurre en ella atrae mi atención, por eso concurro con frecuencia a bazares, ferias, conferencias, conciertos y otros eventos públicos, donde está la gente y yo puedo ver lo que hacen, para luego sublimarlo a través de mi literatura. Porque como escritor te ofrezco mis obsesiones, pero también doy testimonio de lo que veo cotidianamente.

Y aún no he terminado de contar mis historias, me faltan varias de locaciones como Toluca, Taxco, Iguala, Playa Ventura, Zapopan, San Cristóbal de las Casas, Bernal, además de historias que parten de muchos sitios, pero sobre todo de mi imaginación.

Lo saludable o cruel de mi literatura es resultado (parcialmente) de mi contexto, por eso insisto en que el lugar en donde vivo sí representa una evidente influencia en lo que escribo. Y también marca mi vida personal, porque mientras más tranquilidad tenga para dedicarme a mis cosas, más productivo voy a ser. Soy artista: siempre seré hipersensible a mi contexto.

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Daniel Zetina

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