Sociedad

El escritor y las vacaciones


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Dedicarse a escribir no significa estar de vacaciones todo el tiempo, haraganeando y pidiéndole a la mamita o a la pareja que te sirvan de comer. Escribir requiere de mucha dedicación, aunque también es cierto que no todo es trabajo. Por el estilo de vida que tengo (construido con esfuerzo), a muchas personas les parece que vivo como de vacaciones, en especial porque organizo mi propia agenda, con frecuencia me muevo de ciudad y disfruto de la vida.

En mi caso, hay otra verdad: no sé vacacionar, prefiero trabajar. Ignoro por qué (ayúdame, Freud) soy un tipo que no piensa mucho en salir de vacaciones y los días de asueto me son extraños. Nunca entendí por qué los periodos vacacionales en la escuela duraban tanto ni la necesidad de los días festivos. De niño odiaba estar en mi casa, pero hay algo más, algún día lo resolveré.

He viajado con frecuencia… para trabajar. Tres años antes de la pandemia visité diferentes ciudades mexicanas haciendo algo: a Oaxaca con una plática, a Guanajuato con una conferencia, a Papantla a llevar libros, a Iguala, Taxco, Iztapalapa o Apatzingán a dar talleres, entre otros. Eso es como mi vacación, aunque pueda parecer ridículo.

Sí me gusta viajar, pero a veces cuando viajo trabajo, es mi cotidianidad. Con frecuencia iba a Cuernavaca a visitar a alguien y me sentaba a trabajar; o iba a hacer algo y visitaba a mi gente. La vacación y la trabajación se combinan en mi vida.

Debería tomarme más tiempo libre, dicen mis amigos, hasta mi hija. Pero cuando tengo tiempo libre casi siempre lo uso para lo mismo: aprender, comprar libros, leer, escribir algo que tengo pendiente, inventar cosas nuevas…

Mi vida parece una vacación eterna o un trabajo sin fin, es una cosa y la otra y a la vez ninguna de ellas. Yo lo veo, desde dentro, más como un fluir constante de actividades y reposos necesarios.

Mis vacaciones de cajón son en fin de año, cuando acudo a fiestas familiares y con amigos, especialmente en Cuernavaca. Entonces sí, por días, me olvido de la chamba y me concentro en ponerme al día, el karaoke y la cumbia. Son días intensos y emotivos, luego vuelvo a casa, a mi exilio en Querétaro, y retomo mis actividades laborales.

La semana de mi cumpleaños es como vacacionar: paseo por algún sitio cercano, visito librerías de viejo, veo películas, comparto con amistades, leo, escribo… achis, achis, ya no parecen acciones vacacionales, pero, bueno.

Mis actividades preferidas si vacaciono “de verdad” son ir a la playa, pueblear, visitar el campo (soy flor de asfalto) e ir a la Ciudad de México, donde los museos y los sitios históricos me emocionan, casi siempre con una buena compañía.

Hay ciertas actividades que me parecen vacacionales, aunque quizás no lo sean. Son excelentes entretenimientos. La primera es ir al cine: entrar en una sala con un combo de palomitas y bebidas colma mis sentidos. Desde planear ir, llegar, comprar, entrar y ver la película, todo me satisface. Luego salgo y comento la cinta. Sublime.

Otra es pasear por mis ciudades (u otras): visitar lugares nuevos a pie, meterme en callejones, andar sin rumbo fijo. Así he descubierto cosas nuevas, edificios, comercios, monumentos, tianguis, librerías. Caminar es vivir.

¿Visitar más lugares de México? Me encantaría, pero la influencia del narcotráfico, el crimen organizado y las policías corruptas inhiben mis impulsos en parte. Era un sueño de niño, ya no lo es. Quizás soy alarmista, no importa.

¿Viajar por el mundo? Es un pendiente que no me importó, sino hasta ahora. Para conseguirlo debo trabajar bastante, para visitar Perú, Japón, Europa, Argentina, Malasia, India, aunque por ahora me conformo con llegar a Chile este año.

Leer es como viajar, eso es cierto, aunque una combinación entre pensar y moverme serían lo ideal para un buen recreo. Pienso en las vacaciones como un espacio de aprendizaje, de descanso y para compartir con alguien (aunque de seguro exagero). Pero mis días en casa suelen ya ser así (ahora soy petulante), entonces: vivir como vacacionar, trabajar como vivir, una vida donde todo se mezcla y enriquece. Amo vivir. Gracias.

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Daniel Zetina

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