En la provincia mexicana también se hace literatura, aunque usted no lo crea. No es mejor ni peor, existe, es arte vivo y no va a acabar, lo más seguro es que crezca, que evolucione.
Soy chilango y provinciano a la vez: nací en la Roma Norte en 1979, el corazón de la CDMX, aunque he vivido la mayoría de mi vida en el interior: Edomex, Morelos y ahora Querétaro. Siempre he sido tratado como un chilango en provincia, es extraño, pero honorable.
El centralismo del arte en México es terrible: la idea es que solo viviendo en la Ciudad de México se puede triunfar en la literatura, con lo cual yo estoy completamente en desacuerdo. Afirmo que se puede escribir bien desde cualquier lugar, lo mismo que hacer y vender libros de calidad.
He ido con mis letras a varias ciudades del país y me he encontrado fenómenos interesantes, por ejemplo, que siempre hay escritores locales y que batallan mucho para publicar y darse a conocer, pero no dejan de intentarlo. En la Capital tampoco es una cosa facilita publicar, pero sí es distinto. Ahí las posibilidades para un autor son mayores: un par de miles de editoriales, ferias, librerías, grupos, bibliotecas, becas, foros.
Hay una marcada diferencia con la provincia, pero… solo para publicar o tener un ingreso más decente, quizás, aunque eso no garantiza escribir, menos hacerlo bien. La diferencia son los medios, no el arte literario mismo. Me atrevo incluso a decir que, en efecto, en el DF se escribe más, pero no necesariamente mejor que en el resto del país, en especial, porque en el Centro los maestros literarios (sic) dictan línea y los autores con tal de publicar —sobre todo en gobierno— se vuelven dóciles, cuando no preciosistas y aburridos.
Es lindo vivir en la CDMX, la mejor del mundo, dicen, pero eso no implica nada en términos literarios. En lo que sí domina es en la vida literaria: hay demasiados escritores, demasiado cerca, haciendo demasiadas cosas juntos, demasiado innecesarias, no tengo dudas y sí tengo pruebas. Vale la pena recordar que al escritor van a recordarlo por sus obras, no por sus tertulias ni sus tragos en la Covadonga ni sus empleos de Godínez ni sus perrijos.
En provincia hay menos de todo, aunque es cierto que eso también tiene sus ventajas, como en Querétaro, donde vivo por la calma de su vida cotidiana. En provincia hay menos imprentas, editoriales, talleres, fomento, recursos y menos lectores —guardadas todas las proporciones—, pero también es una tierra más fértil: hay todo por hacer.
Pero, ¿qué es provincia en el país? Lo diré así: CDMX, Tijuana, Monterrey, Guadalajara, León, Puebla, Ciudad Juárez y Toluca son las ciudades: provincia es todo lo demás. Y todo lo demás y las ciudades valen lo mismo literariamente… o como posibilidad: hipotéticamente pueden valer lo mismo.
En 2018 volví a vivir en la capital, Metro Balderas, el Centro del Centro. Ahí fui por año y medio una especie de provinciano en Chilangolandia. O sea, no niego que me comporto como capitalino y que con dos minutos en Tenochtitlán hasta hablo el dialecto, pero mis amigos sabían de mi manía de vivir en otros estados y me trataban como fuereño. Divertido, en especial, porque me veo como una buena mezcla de mexicano. Supongo que me divierte por mi mal gusto, sepa.
Yo comencé mi carrera en Cuernavaca, que a la fecha tiene una buena cantidad de editoriales per cápita —según datos que no puedo comprobar, pero de los que tampoco tengo dudas—, además de la larga tradición literaria y grupos de la sociedad civil relacionados con el libro. Siempre hablo del “modelo Cuernavaca” de publicación de obras: bastante producción, pensamiento liberal, creatividad, conocimiento editorial, diversificación, coinversiones, eventos, buenas ventas, mejor ambiente.
Digresiones: a) hacer literatura desde el Centro puede confundir a los escritores si piensan que solo por crear desde ahí ya lograrán algo; b) definitivamente al escritor chilango le sobra autoestima; c) hacer literatura desde provincia puede confundir a los escritores si piensan que solo por crear desde ahí no lograrán nada; d) definitivamente al escritor provinciano le falta autoestima.