Más que un laberinto, el paseo a través del laberinto de los sentidos de Jardines México es un recorrido sinuoso, como si de ir en una madeja de hilo enredado se tratara. Los andadores serpentean sobre una geografía que sube y baja, o entran y salen por túneles, incluso regresan paralelos a otros por los que ya se anduvo. Esa intrincada belleza provoca que percibamos cada metro ganado como un caleidoscopio con figuras diferentes a cada instante. Hace que el corazón se encienda en anhelos de aventura. 

Caminar por ese jardín despierta la curiosidad de saber qué nos encontraremos al doblar en la siguiente curva o ver lo que hay detrás de las olas vegetales que se elevan por arriba de nuestras cabezas o que juegan a romper en nuestros pies con diferentes tonalidades de verde. Los árboles son una marea salvaje que explota detrás de todo, un fondo estático de agua turquesa salpicada. 

El diseño del jardín no permite la monotonía en ningún grado. Las esculturas que encuentran su lugar entre los recovecos tienen cada una su hábitat íntimo y exclusivo que las envuelve con una personalidad única.  También existe una transición entre ellas, devela misterios poco a poco.

Por ejemplo, hay esculturas que se asoman como si vigilaran tu camino, aunque ya hayas dejado su hogar varios metros atrás. Hay otras esculturas que, misteriosas y tímidas, dan la bienvenida mostrando alguna parte de su cuerpo como preludio al encanto. 

Los matices del verde atrapan los ojos y también los diferentes planos en los que están acomodados, como si de una ciudad esmeralda se tratara.

Dan ganas de acariciar esa arquitectura con las manos y también con los pensamientos. Los volúmenes vegetales ofrecen sensaciones variadas, guardan mucha vida dentro de ellos además de la propia, y sus densidades, que son las que los follajes, a veces son infranqueables, a veces ligeras y transparentes.

Los colores vibrantes de las esculturas resaltan y no dejan que las obras de arte pierdan su protagonismo. Algunos de estos gigantes se asoman detrás de los muros verdes otros se escabullen para no ser encontrados. Pero la mayoría de los titanes escultórico son seguidos por otros monstruos coloridos que cuidan su retaguardia. Este jardín es un mundo que en cualquier momento sorprende, ya sea a gran escala o a la escala en que los insectos y reptiles viven. 

Hay momentos de calma en donde sólo el sonido de las aves y la frescura de la sombra acompañan el andar. Las sombras son de vital importancia y creo que solamente en este jardín resaltaron su utilidad dentro del conjunto paisajístico; sin ellas no hay sosiego ni se disfruta. Además, las sombras tienen la facultad de crear ilusiones ópticas, fantasmas de los sentidos que juegan a imaginar criaturas dentro de ellas. Las sombras son vitales para quienes divagamos por el territorio del laberinto de los sentidos, la geometría del jardín respira gracias a ellas.

Este laberinto muestra otra cosa además de un diseño y estilo de jardín. Evoca al juego de investigar, de descubrir, de guiarnos por medio de los sentidos. El aroma del verdor, los matices florales, las texturas de las especies vegetales, el sabor del aire y sus temperaturas, el sonido de las aves y del viento en el follaje. 

Me encontré con un tesoro especial en el núcleo de este laberinto y es el santuario de abejas Beering. Cabe mencionar que es el primero de su tipo en Latinoamérica. Es una colmena de observación y se puede ver en tiempo real toda la actividad de las abejas.

La iniciativa es de Javier Camilo, un apicultor colombiano, y su idea es que las personas puedan adquirir un habitáculo para las abejas y lo integren a sus casas, obviamente para así contribuir a la conservación del ser vivo más importante del mundo. Eso sí, les advierto que pasarán más tiempo del que esperaban observándolas; son hipnotizantes y asombrosas. 

Es mi deber decir que este jardín me maravilló, fue mi favorito, la experiencia de recorrerlo valió la pena, sobre todo el precio que pagué (que por cierto tuve descuento por ser morelense).

La sección que está de ese mismo lado y que consta de: el laberinto de los sentidos, el jardín tropical, el orquidiario, el jardín japonés y el jardín italiano son lugares hermosos. Los andadores que llevan a cada uno de ellos son idóneos para un paseo de fábula porque, aunque el sol fustigue, los árboles y la vegetación son tan exuberantes que brindan frescura y sombra. 

No puedo decir lo mismo del resto del lugar, tal vez son jardines muy bellos, pero no me detuve para asegurarme, porque sentía que el sol me arrancaba la piel a pesar de llevar  sombrero amplio y bloqueador. No hay sitio para resguardarse y lo único que quise hacer fue salir corriendo; las otras partes no las disfruté en absoluto. Creo que los visitantes apreciarían mucho un futuro diseño de andadores con velarias. 

Me gustó muchísimo la arquitectura del restaurante hecha con bambú estructural y la vista del lago desde allí, sobre todo la comodidad de sus sillas y la ventilación, pero el encanto del restaurante se desmoronó cuando todo lo que me sirvieron estuvo horrible. La comida es pésima. 

Mi visita a Jardines de México fue entre semana y relativamente temprano, llegué aproximadamente a las 9:45 am, aunque no lo suficientemente temprano para evitar la mala actitud del sol. Lo que sí evité fue el tumulto de gente, me encontré con pocas personas en todo el recorrido, lo que siempre hace, para mí gusto, apreciar las cosas mejor. 

Creo que Jardines de México tiene muchísimo potencial y puede mejorar las experiencias de los visitantes. Tal vez mi siguiente visita la haga en época de lluvias, cuando esté nublado y quizá así lo pueda ver con otros ojos. Pero insisto, la comida del restaurante deja mucho que desear, ojalá hagan algo al respecto. Y como quiero concluir mencionando otro punto positivo diré que fue algo genial poner paneles solares sobre la techumbre del estacionamiento. 

Tiktok: expedicion_nocturlabio