Se sabe que los artistas llevan los sentimientos a flor de piel. Cierto. Vivimos con el corazón en la mano y muchos caemos en extrañas condiciones de salud mental: borderline, bipolaridad, trastorno límite de personalidad, codependencia, adicciones, depresión, vacío emocional, fanatismo, petulancia, corrupción, vivir con tus papás a los 30 años, perversiones sexuales, vagancia, mitomanía, hipocondría, celopatía, psicosis o brotes psicóticos, narcicismo, trastorno obsesivo compulsivo, síndrome de Diógenes, introyección extrema, neurosis, psicópatas integrados, ansiedad incapacitante, ataques de pánico, otros.
Estas desgracias no son exclusivas de los escritores, pero parecen tener cierta predilección. Y ahí no para la cosa, otros desagradables defectos de la personalidad abundan entre nosotros: cleptomanía, síndrome de Procusto, arrogancia, crueldad, envidia, codicia, avaricia, torpeza social, inestabilidad laboral, autoritarismo en cargos públicos, acoso sexual, rencor, racismo, banalidad y la tan conocida egolatría del artista.
Algunos terminan mal, no hay duda. Quizás en tu colonia o en tu ciudad conozcas a algún escritor loquito que anda por ahí vagando con sus poemas bajo el brazo, o de varios que se han suicidado, pero también los que abandonan o son abandonados, incluso los asesinos que terminan muertos o presos. Estos finales son patéticos, aunque tienen sus ventajas… según se vea.
¿Qué hay de los sentimientos en ello? Son fundamentales, aunque no por una razón, sino por varias. Los sentimientos, entiendo, atraviesan todo: nuestro sistema de valores, la religiosidad, el actuar cotidiano; sobre todo, las crisis.
Hay quienes sobreviven mejor a los vaivenes de su interior, quienes lidian mejor con sus sombras, oscuridades, demonios. Para eso no hay una fórmula, solo un camino personal. Acaso el primer escalón sea asumir que somos seres sentimentales y el segundo conocer nuestros sentimientos: amor, ira, tristeza, melancolía, esperanza, enojo, rencor, culpa, miedo, felicidad, aislamiento, gratitud, entusiasmo, ansiedad, vergüenza, compasión…
¿Por qué relaciono sentimientos con carencia? Quien decide no enfrentarse a sí mismo, suele tener algún problema y quien no resuelve sus líos termina, irremediablemente, dañando a alguien. No se afecta a los lectores, quienes, cuando más, solo dejan de leer, sino al primer círculo de confianza: pareja, hijos, amigos, hermanos, padres, enemigos.
Y todo se complica: los sentimientos desbordados son propicios para la creación, eso es una realidad que no voy a discutir, pero tampoco a promover. Preferiría ver personas sanas que obras maestras; sentimientos en equilibrio, que vidas miserables; amigos en paz, que buenos libros pululando por ahí sin alguien que los publique. Es triste y alegre.
Tengo un conflicto de intereses aquí: aunque yo busque la paz, puedo disfrutar de todo: amo las buenas obras literarias, la gente en armonía, el conflicto personal, la miseria humana, el éxito editorial, la atención de la salud mental, el drama, la tragedia, la ridiculez, la calma…
¿Qué se puede hacer? Te pido algo a ti que no eres artista: no juzgues a los artistas con sentimientos descontrolados, pero tampoco los solapes. Quiérelos, si gustas, léelos, admíralos, aprende de ellos, pero no los soportes como pareja, compañeros de trabajo, vecinos o funcionarios. Al escritor salvaje se le permite de todo porque es arte, pero abusa, te lo aseguro.
A los artistas desequilibrados como tal no les pido nada, porque si son realmente artistas es porque son libres, para hacer o no hacer, construir o destruir… porque te comprendo y te respeto, aunque no te tolere en persona. Ojalá tu vida siempre esté a la altura de tus sueños e ilusiones (y esto no fue sarcasmo).
Vale la pena añadir que, además de los sentimientos, no hay arte literario sin esfuerzo, pasión, orden, trabajo duro, errores y aciertos; porque no hay arte sin acción.
Reflexión final: una forma más humana, humanista, interdependiente y transpersonal de vivir con el arte puesto es con el apoyo de la psicoterapia, de la cual hay muchas opciones. No es prohibir el sentimiento o fomentar la locura, tampoco obligar al orden y la estructura, se trata de constelar, de acomodar sentimientos, vida y creación, para lograr elevarnos un poco, sublimando la realidad a través del arte, para lograr inspirar a nuestro alrededor. Porque el mundo nos necesita y podemos dar la batalla, hermanos artistas, avancemos; queridos lectores, también va por ustedes. Gracias.
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