No es lo mismo ser chismoso que ser metiche. Al chismoso se le tiene cierta estima, al metiche nadie lo quiere. Chismoso es quien gusta del chisme, metiche es alguien que no tiene vida propia y se mete en la ajena, incomodando, molestando, interviniendo, estorbando, causando asco.

Siempre he dicho que los escritores somos chismosos profesionales. Los mexicanos en general disfrutamos del asunto, no me dejarás mentir. Nos gusta la chisma, como dice mi hermana Carmen. ¿Por qué? No lo sé, causas biológicas, culturales, el ADN, sepa la bola, pero ansina semos y no creo que vayamos a cambiar.

Haré la diferencia entre un aficionado y un profesional. El chismoso común (confabulatorum populorum) gasta su ocio en la plática o escucha de sucesos cotidianos que despierten su morbo, inciten sus adormiladas emociones y le ponga en un estado de alerta ante un nuevo detalle.

Es chismoso quien ofrenda el chisme para su disfrute, lo mismo que quien lo recibe gustoso. Por definición lo sería más quien cuenta, pero sin el escucha no se cumpliría a cabalidad el canal de comunicación, con lo que hablante y oyente confabulan al unísono el cántico pusilánime de la chimeasión.

Por su parte, el chismoso profesional se distingue del común por ser una persona diferente, elegante casi siempre, guapa, prudente y sensata. Para darnos una idea de lo que hablo, diré que el profesional habrá de cumplir con las siguientes características:

1. Practica la escucha activa, con todas sus fuerzas, para evitar interrumpir; además, comprueba lo que ha escuchado al terminar de oírlo para estar seguro de la historia, antes de conservarla en alguna de sus gavetas mentales. Se trata, pues, de un gran escucha, que no calla a su interlocutor ni habla a lo tarugo, al contrario, hará preguntas claras, que inciten a elevar el nivel de chisme.
2. Una vez recibida la historia de marras, elaborará mentalmente la mejor versión, para sublimar la realidad, que, así simplemente, es solo una bagatela, pero que con el tamiz del intelecto literario se convertirá en algo bello.
3. Luego convertirá el recuerdo de las palabras escuchadas en letras que harán palabras, que en conjunto serán oraciones, luego párrafos, más tarde un texto literario (literario siempre, no periodístico, menos histórico); el propósito de este personaje es la metamorfosis de la ridícula, indigna y ampulosa “realidad” (muymente así entre comillas, claro), llevarla de lo grotesco a lo patético, para transmitir mediante su arte (mi arte) valores y principios.
4. La mejor cualidad del chismoso profesional es la discreción, sí, es decir, que cuando escuche un chisme, una confesión, una confidencia, un secreto, un misterio debe quedárselo, no compartirlo a la primera, no propagarlo, no decirle a nadie nada. De este modo obtendrá dos beneficios: le seguirán contando cosas con la confianza de que no las hará públicas; y podrá tener tiempo para procesar la información y convertirla convenientemente en literatura, con lo que nadie podrá reconocerse en sus libros, pero de alguna forma estarán ahí, solo que con el respeto necesario.
5. El chismoso profesional no será objeto de chismes; una cosa es que escuche a otros contar historias de otros, pero es distinto escuchar las propias historias en la lengua viperina de aquellos otros chismosos vulgares. No. El profesional evitará ser blanco del chismorreo ajeno. ¿Cómo? Llevando una vida lo más prudente posible (no digo hipocresía, sino prudencia). Si tu vida es noble, elegante, decente, útil y laboriosa no andarás de boca en boca por el chisme, por tus errores o desvaríos. Al final, hablarán de tus hechos (libros, por ejemplo), no de tu vida personal, que conviene conservar en el fuero interno.

El metiche, por su parte, es quien pretende hacer por los demás algo que no le pidieron, como el vecino que según se acomide a ayudarte en algo solo para saber más de tu vida, porque detesta la suya. Guácala. ¿Y tú eres chismoso común, chismoso profesional o metiche?

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