Ahora se arrepiente, pero ya tiene familia que depende de él.
“Desde chico me gustó el volante, estaba estudiando la carrera técnica de mecánica y la dejé porque me gustó más el trabajo. Desde chico veía a mis tíos y cuando tenía seis años acompañaba a mi papá en los recorridos; me decía que no siguiera este camino porque no hay nada seguro, pero me gustó y aquí estoy”, relató Gabriel Ortiz.
Sus primeros días como chofer del transporte público fueron de emoción y al mismo tiempo de nervios, pues aunque conocía el itinerario de la Ruta 1, el primer día se equivocó de destino y en lugar de conducir hacia Temixco se fue para la base de Guacamayas.
Lo anterior generó un poco de molestia a los pasajeros afectados, pero cuando les explicó que era su primer día como operador, entendieron, pidieron su dinero y bajaron de la unidad.
Gabriel afirmó que está a gusto en esta labor, porque es a lo que se quería dedicar; sin embargo, dijo que ahora que convive con sus primos, que son profesionistas, se arrepiente de haber dejado la escuela, porque ser chofer es cansado debido a que trabajan más de 15 horas diariamente.
“Cuando le dije a mi papá que iba a ser chofer me dijo que no me podía obligar a estudiar, que lo pensara bien, pero no hice caso. Ahora veo a mis primos que les va muy bien y me arrepiento, pero ya tengo un hijo y me tengo que hacer cargo de él”.
En su actividad diaria -apuntó- lo han infraccionado al menos en cinco ocasiones por detenerse en lugares que no son paradas, por no cerrar las puertas de la unidad o por hablar por teléfono mientras conduce.