Una de las opciones para que nosotros los escritores desarrollemos nuestro oficio es el emprendimiento. Otras elecciones, en general son: la docencia (ser maestros), el servicio público (burocracia) o un empleo editorial (corrector, editor). Puede haber más opciones para la manutención, claro, hay quien recibe una herencia o atiende el negocio familiar que nada tiene que ver con la literatura. Los hay, incluso, quienes optan por una vida precaria, saltando entre pequeños empleos.
Dedicarse principalmente a dar clases o a ser funcionario debe tener sus ventajas, no lo niego, aunque sus vicisitudes son igual bien conocidas. Entrar como obrero en el mundo editorial es ir de lleno a horarios de trabajo extensos, estrés y poco reconocimiento, según he visto. Y otros oficios tendrán sus asegunes, sus pros y contras, pero trabajar de estas formas deja, en promedio, poco tiempo para escribir o para otras actividades personales no lucrativas, como la crianza.
Dice el filósofo “Soy yo y mis circunstancias”, así que no es que cada escritor pueda decidir tan libremente a lo que habrá de dedicarse en lo laboral más allá de la escritura. Hay quien entra con buena estrella a la burocracia y los hay que se adecuan con facilidad a la vida docente con sindicatos, jefes y cosas así. Hay de todo, pues también existe quien se equivoca y da tumbos por ahí como extraviado, buscando escribir sin tener las condiciones para hacerlo.
Yo he trabajado de todo un poco, pero desde hace 20 años decidí que mi principal trabajo sería el editorial por mi propia cuenta. Cuando en 2004 inicié mi sello editorial lo hice pensado más en la gloria, pero pronto me di cuenta de que sería mi modus vivendi. Y hacerlo de este modo trajo muchas ventajas a mi vida personal y profesional. Con los años escuché el término emprendedor y me agradó. Los que emprendemos, iniciamos, fundamos, creamos formas individuales de hacer, ganar dinero, aprender, ser y estar.
Soy escritor y soy emprendedor en el área editorial. Llevo mi negocio conforme he aprendido a hacerlo por años. He vivido de esto, pago mis cuentas con el dinero que obtengo de las ganancias de mi trabajo como editor en sus variables (también doy talleres y conferencias, pero como escritor-emprendedor).
Lo mismo que escribir, emprender no es sencillo, es ardua, aunque satisfactoria labor, titánica por momentos, gozosa muchas veces, pero no fácil. No solo aprendí a editar libros de forma digna, también he desarrollado mis capacidades en lo fiscal, en la contabilidad, la administración, ventas, diseño, derechos de autor y otras áreas. Todo muy interesante y enriquecedor, además, casi siempre relacionado con la escritura y la creatividad.
Ha habido días muy complicados, sin duda, pero los beneficios que yo veo en mi vida al ser emprendedor los superan. No profundizaré en lo azaroso y en los líos de emprender, ya ha mucha gente quejándose de la vida, mejor diré tres ventajas a las que me aferro y por las que agradezco este camino. Primero, emprender me permitió criar a mi hija con todo el tiempo, el espacio y los recursos para hacerlo de la mejor forma posible.
En segundo lugar, he tenido bastante tiempo para escribir y terminar hasta ahora los más de 30 libros de mi autoría, que ya he publicado o publicare algún día. Como tercer lugar, gracias a mi emprendimiento he tenido una serie de experiencias de vida que de otro modo no sé si las habría conseguido, como visitar muchas ciudades del país, conocer personas interesantes y enfrentarme a públicos muy diversos. Solo estos tres puntos son valiosos, pero admito que hay muchas más ventajas en ser escritor emprendedor.
Como extra, también diré que he aprendido más de literatura, libros y lenguaje en la práctica que en la escuela (donde harto aprendí). Entendí, por ejemplo, que ser hombre de letras implica un código de ética no negociable, que quien solo sabe de literatura ni de literatura sabe y que este es un oficio para seguir aprendiendo el resto de mi vida. Gracias a todos mis clientes, colegas y lectores, por su paciencia, trabajo y pasión, nunca me he sentido solo.
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