Falleció el 24 de agosto de 2023 con 78 años, 34 más que yo (lo que sumado da 7). El 9 de septiembre compré su libro Prolongación de la noche en la Feria del Libro de Morelos en Xochitepec, donde fui a trabajar. Un extraño tomo de 133 (7) páginas, que incluye 47 textos, entre minificciones, cuentos y relatos. En oferta: $80 (algo con el infinito).
Me padre falleció el 14 de agosto, 10 días antes. El domingo 10 comencé a leerlo, me pareció un buen homenaje para un autor que no había leído. Iba hacia la CDMX, aprovecharía el trayecto. El libro se convirtió en una especie de espejo de lo más extraño.
El segundo texto habla del padre fallecido de un hombre. Su fantasma se aparece e interactúan. Me bajé en metro General Anaya con las cejas levantadas. Al final le dice: “Adiós, papá, te quiero mucho”, lo último que le dije a mi padre cuando partió. El protagonista incluso tuvo delirium tremens, que papá padeció su última semana. Casualidades.
Página 29: alguien va a Polanco, adonde yo me dirigía esa mañana. Un personaje pregunta “¿Crees posible habitar en una dimensión física paralela a la nuestra?”, yo iba hacia una experiencia terapéutica que incluye preguntas como esta. Bajé en metro Polanco y leí: “El hombre acababa de salir de una grave enfermedad”, en mi caso un periodo de desequilibrio físico.
Página 45: “¿Te acuerdas de él? Es Domínguez”, un Godínez que se vuelve dipsómano. Mi primer apellido es Domínguez, en mi familia hay oficinistas y alcohólicos. Página 46: desarrollo de una extraña metodología para burlar la Ley de Murphy, algo que he intentado sin éxito por décadas. En la página 53 habla de los escritores con un dejo de derrotismo y banalidad abundante en el gremio y que me espanta bastante.
Página 60: misa en latín, este año por primera vez escuché una así al norte de Cuernavaca, por invitación de una escritora de nombre Grissel; no soy católico, fue por bagaje, por morbo. También aparece el Mercado de Mixcoac, donde hace poco fui con mi hermana Carmen a comer pescadillas, después de mucho de no ir.
Página 64: “Es una lata trabajar en la Ciudad de México y vivir en Cuernavaca. En especial los viernes por la noche”. Una locura, pero claro que en Cuerna todos lo sabemos bien. Página 76: “ningún destino es mejor que otro si lo asumimos”, lo leí como confirmando ciertos cambios que haré pronto en mi vida. Página 80: “Seguía creyendo en Dios, pero me horrorizaban las religiones fundadas en su nombre”, concuerdo. Páginas 86-87: “me enamoré con locura apenas la vi” y “al mes vivía con ella”, me pasó hace poco, cerrando con “yo presentía que tal felicidad no era posible” y así fue.
Página 89: “vinimos felices a morir aquí, entre ustedes”, que en palabras de un recién fallecido resulta algo místico. Página 111: “¿Le tienes mucho miedo a la muerte?”, desde hace poco me lo pregunto muy seguido. Página 112: “Él jalaba unas bocanadas de aire que ya no alcanzaba a tragar”, así fue con mi padre en su día final. Página 113: “Ahora puedes soltarte, amigo mío. Abandona este pobre y viejo cuerpo. Sigue, avanza hacia la luz, hacia la paz de la clara luz”, eso mismo le dije mientras lo apapachaba en su cama del IMSS.
Página 116: “El vecino del siete”, yo vivo en ese número de casa. Otras referencias o casualidades hubo, no las diré por pudor o prudencia. Hace mucho que no me pasaba algo así.
Hay textos muy personales, cifrados o crípticos, tan propios que algunos son francamente malos, pero el autor quiso publicarlos, aunque eso le bajara puntos en su ranking literario tercermundista. La edición de 2018 no se había terminado ni hubo otras. Un libro donde el autor fue libre de ser lo que quiso, donde sus manías se expresaron por encima del valor literario. En Amazon apenas tiene 9 votos y 2 comentarios, bastante generales y sin detalles. Sin duda, una rareza en su vasta obra, que a partir de ahora intentaré leer, en busca de nuevos guiños y epifanías. Quizás estemos conectados de alguna forma. ¿Te ha pasado algo así con un libro? Gracias.
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