Estamos a unas cuantas horas de saber si Nomadland será galardonada como la Mejor Película del 2020 en la entrega de los Premios Oscar y es justo el momento perfecto, en medio de una pandemia que ha llevado al mundo a una crisis en muchos sentidos, para cuestionarnos si esa vida nómada que quizá durante la juventud se idealiza, en la vejez se vuelve la única alternativa en una sociedad que ha abandonado a los mayores a su suerte ante la precariedad.
Pues sí, muchos hemos dicho que sería maravilloso poder trabajar desde cualquier sitio, vivir en una casa rodante y conocer el mundo, sin embargo, las cosas cambian cuando esto en vez de ser una elección de jóvenes aventureros, se convierte en la única alternativa antes de ir a vivir a la calle tras haber perdido todo.
La cinta Nomadland nos muestra, a partir de hechos reales pues la cinta está basada en un libro de investigación periodística, cómo las crisis económicas se traducen en la vida real de las personas adultas mayores que, sin pensión ni seguridad social, vagan por Estados Unidos en busca de trabajos temporales, en condiciones precarias de vida, protagonizando el anti-sueño americano: los nomadas.
Y es que vivir en tu camioneta, auto o casa rodante puede sonar divertido para una temporada, para tenerlo como una experiencia de vida, pero ¿permanentemente? Vivir sobre ruedas no es igual a hospedarte en un hotel de lujo, vamos ni siquiera en uno de una estrella. Hablamos de un estilo de vida minimal que implica no solo mucho trabajo cotidiano (¿o quién crees que va a venir a limpiar el sanitario de tu casa rodante?).
Estos cuestionamientos ya habían venido a mi mente desde antes de que Nomadland apareciera, simplemente al ver el show Tiny Houses, donde expertos arquitectos y constructores ayudan a las familias a dejar sus viviendas típicas americanas para mudarse a mini casas (que pueden ser móviles o fijas), nos lleva a pensar por un lado en los hermosos diseños y practicidad de una casa así pero por otro, en muchas de las historias, se trata de familias que ya no pudieron pagar sus deudas, o que están dándose cuenta de que no podrán conseguir nunca una hipoteca, por lo que su única alternativa de vivienda es apostar por este tipo de mini casas, que ahora parecen estar de moda pero que siempre han existido, como las casas rodantes que hemos visto en las películas por años.
Es bien sabido en que Estados Unidos hay lugares donde migrantes y otras poblaciones económicamente vulnerables, pueden alquilar una casa rodante para vivir en comunidades que carecen de condiciones para hablar de una vida digna. Muchas familias lo hacen justo para ahorrar para poder comprar o construir sus casas, otras porque su situación migratoria les impide acceder a créditos y otras porque simplemente es lo único que pueden pagar.
Sin embargo, este fenómeno se estaba manifestando hace tiempo también en las grandes urbes, donde los unicornios de la tecnología han vuelto casi impagable el alquiler, como es el caso de San Francisco, donde muchos trabajadores de la industria tecnológica con todo y sus títulos universitarios y empleos soñados, viven en sus autos porque la vida en la urbe se ha vuelto incosteable. Todos sabemos que por eso nació Airbnb, donde para pagar el alquiler, los fundadores alquilaban espacios con colchones inflables en su apartamento en San Francisco.
Tal parece que Estados Unidos ha dejado de ser esa tierra donde cualquiera podía tener una gran casa en los suburbios, con jardín y cochera. La realidad es que el sueño americano, como nos demuestra Nomadland puede ser más bien una oscura pesadilla en donde aspirar a tener una vivienda y una pensión en el ocaso de la vida puede ser simplemente algo imposible.
Tengamos cuidado de no romantizar la vida nómada, porque una cosa es que uno como viajero joven decida durante un periodo de tiempo vivir en un vehículo, mientras recorre el mundo, trabajando a distancia gracias a las facilidades que la tecnología y el trabajo remoto ofrecen, y otra muy diferente es que ahogados por las deudas, víctimas de hipotecas impagables y de crisis económicas desastrosas, los adultos mayores se vean obligados a vender todo lo que tienen para mudarse a una camioneta donde enfrentarán sus últimos años en soledad y precariedad.
Viajemos, sí, pero también pensemos que vamos a enfrentarnos a un futuro muy incierto. Sin un plan de ahorro para nuestro retiro, las cosas pueden ser muy difíciles con el paso de los años.
Nomadland nos muestra esa otra cara del viajero, del nómada, del que no ha salido a buscar la aventura, sino a sobrevivir en un mundo hostil que le ha dado la espalda.
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