Desde el año pasado, El Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC, por sus siglas en inglés) lanzó el sello de “viaje seguro” para algunos destinos en todo el mundo, a fin de reactivar a la industria turística, vital para algunos países. Sin embargo, el coronavirus que provoca la COVID-19 parece estar decidido a no dejar al mundo en paz.
Hoy en día, con tantas nuevas variantes del virus, ya no sabemos si estos destinos siguen siendo realmente seguros. Para muestra un botón: la Riviera Maya. El año pasado fue el primer destino mexicano en recibir este sello, sin embargo, desde hace unos meses ha representado uno de los puntos de mayor preocupación por el incremento de contagios.
He conocido varios casos de amigos viajeros que se han contagiado tras visitar Cancún o Tulum, sin embargo, dentro de Quintana Roo no todo es un conglomerado de viajeros extranjeros por lo que viajar hacia Bacalar, Mahahual o Chetumal podría considerarse de menor riesgo para este verano.
Otro destino que recibió el año pasado, por increíble que parezca, fue la Ciudad de México, a pesar de que es la ciudad más poblada del país y donde más contagios ha habido desde que comenzó la pandemia. Esto se debe a la infraestructura, el número de espacios abiertos y públicos, pero también a la diversidad de opciones, espacio y alternativas que ofrece a los viajeros. Para un pueblo mágico o una ciudad más pequeña quizá lograr cumplir con todas las medidas de seguridad e higiene podría ser más complicado.
Apenas en marzo de este año, previo a las vacaciones de Semana Santa, el WTTC dio a conocer que 250 destinos mundiales hasta el momento habían obtenido el sello de Viaje Seguro, a 10 meses de su puesta en marcha.
Dicho sello ha sido entregado en diversos estados de México y se les ha dado a países como Argentina, Colombia, Costa Rica, Chile, Perú, Paraguay, Guatemala, Belice, Kenia, Egipto, Portugal, Sevilla, Madrid, Barcelona, Reino Unido, Jordania, Arabia Saudita, Fiji, Indonesia, Filipinas y Etiopía.
En México, algunos de los estados que cuentan con dicho distintivo son Jalisco; Ciudad de México; Cancún; Baja California Sur; Michoacán; Tabasco; Sinaloa; Tamaulipas, entre otros.
El proyecto del WTTC recibió el respaldo de la Organización Mundial del Turismo de las Naciones Unidas (OMT), y el lanzamiento de protocolos globales para recuperar el sector de viajes y turismo ha sido adoptado por más de 200 directores ejecutivos, incluidos algunos de los principales grupos turísticos del mundo.
Sin embargo, que un sello así siga siendo válido no depende solamente de instituciones como el WTTC, ni de los gobiernos o las empresas. Depende también de la responsabilidad cívica de quienes viajamos.
Escribo esto desde Querétaro, a donde llegué ayer para pasar unos días de vacaciones mientras el gobierno federal anunciaba que la entidad regresaba a semáforo amarillo.
Yo vengo de Morelos, una entidad turística donde puedo decir que he visto mucho mejor aplicados los protocolos sanitarios que en Querétaro. Y no porque no haya gel antibacterial en cada lugar ni porque los empleados no usen cubrebocas, sino porque la ciudadanía no está cuidándose. Simplemente anoche, cené en un popular lugar llamado Garibaldi, cerca del Mercado de la Cruz, lleno a reventar, con escasa posibilidad de guardar la sana distancia, al menos en los locales más populares.
De hecho, terminamos cenando en uno de los más alejados de la entrada, que no era el favorito de mi amigo anfitrión, porque él notó la angustia en mi cara con ojos de plato ante la multitud congregada en ese templo nocturno del taco y la garnacha. Agradecí a mi compañero el gesto de proponer comer en un lugar vacío y alejado de la multitud, pero no puedo decir que estuve tranquila, a pesar de que ya tengo completo mi esquema de vacunación.
Al caminar por las calles del centro queretano observé también que lugares muy pequeños, que no cuentan con una apropiada ventilación, estaban abiertos y bastante llenos de personas que, al interior, so pretexto de comer o beber, se quitan el cubrebocas.
Afortunadamente, mi plan vacacional realmente no incluye visitar ese tipo de establecimientos y ya traigo algunas experiencias al aire libre en viñedos y ranchos cercanos, de las que les contaré en mi próxima columna.
Sin embargo, hoy me permito dejar para ustedes esta reflexión: ¿De quiénes depende que un destino sea o no seguro frente a una pandemia que se niega a dejarnos volver a viajar libremente? Yo creo que, de todos los actores involucrados, y eso queridos amigos lectores, por supuesto nos incluye a todos nosotros, los viajeros, los ciudadanos que ante todo debemos recordar que la educación cívica debe ser un pilar de cualquier sociedad que se considere avanzada.
¿Queremos destinos seguros para viajar? Tomemos la parte que nos corresponde y hagámoslos seguros todas y todos.