Nuevamente nos encontramos en un arranque de año y con un panorama que no parece alentador para viajar. Justo ayer me fui a dormir algo decepcionada de ver en los noticieros nocturnos como había un caos en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez, de la Ciudad de México, debido a la cancelación de vuelos y a la falta de personal que se ha infectado de Covid-19. Esto no parece tener fin.
Un año más, mis hijos y yo no quisimos viajar en vacaciones, aunque teníamos ganas, pero sabíamos que en enero vendría una enorme ola de contagios y priorizamos nuestra salud. Ahora cada vez que abro mi Facebook veo amigos diciendo que han dado positivo y me arrepiento de haberle dado like, con un poco de envidia, a sus fotos desde la playa.
Si hablamos del impacto que esto trae en las economías, nos deprimiríamos mucho más. Por esa razón, la gente sigue viajando, los negocios siguen abiertos, el pueblo donde vivo sigue siendo un caos cada fin de semana, lleno de turistas, y también en estos días, un foco de infección pues toda la gente que no se enfermó en 2020, o muchas personas que decidieron no vacunarse, está comenzando a dar positivo.
Así que en esta columna hoy mi recomendación es no viajar. Respeto la decisión de cada persona, pero no me atrevo a proponerles siquiera alguna alternativa al aire libre, es momento de ser responsables.
Por ello, aunque quizá en 2019 no habría escrito esto, en enero de 2022 sí me parece una opción comenzar a hablar de vacaciones en el metaverso. Sí, viajar en un mundo de realidad virtual, para vivir nuevas experiencias sin los riesgos que la realidad actual nos presenta. Les juro que me siento incómoda solo de teclear una recomendación que nos lleve a vivir casi en Ready Player One, esa película que en 2018 me volaba la cabeza.
Y no soy la única que se lo ha planteado, lo cierto es que hay discusiones muy serias en el mundo de los negocios y el turismo sobre las inversiones en el metaverso para que se desarrollen destinos donde la gente pueda ir a relajarse, disfrutar y descansar.
Lo cierto es que, hasta antes de Ómicron, en todo el mundo la gente ya estaba volviendo a sus oficinas y a sus vacaciones, pero todavía no se atreve a ir de viaje de negocios. Y lo que es más importante aún, si hiciéramos caso a las predicciones medioambientales sobre el impacto negativo de los viajes, tal vez hace mucho que deberíamos al menos haber dejado de hacer viajes largos. En un escenario así, unas vacaciones virtuales pueden ser una buena opción.
Sin embargo, dejando el COVID y la emergencia climática aparte, parece que estamos a años luz de cualquier tipo de metaverso avanzado que pueda ofrecer una alternativa real a las tradicionales vacaciones: es decir, un mundo de realidad aumentada en 3D en el que la gente pueda participar y explorar transportándose al instante.
Además, la tecnología necesaria para ello, es decir, las gafas 3D que se pueden probar en un parque de atracciones, no parecen ser demasiado prácticas para la vida cotidiana.
Entonces, ¿debemos ignorar esta propuesta futurística y volver a replantearla dentro de diez años? La respuesta es no. Pero no porque sea una amenaza, sino porque en muchos aspectos representa una oportunidad que no hay que desaprovechar.
Sin embargo, hay muchas cosas en las que los destinos turísticos deberían pensar ahora si no quieren perder el tren del metaverso. Y es que, en cierta medida, el metaverso ya ha llegado. Sí. Pensemos por un momento en los videojuegos de realidad virtual, las criptomonedas, los navegadores en los teléfonos inteligentes o las experiencias de compra online. Todo diciembre leí notas sobre tiendas que ya abrieron showrooms en metaversos e incluso personas millonarias comprando mansiones virtuales o haciendo fiestas, la más famosa fue la que hizo Paris Hilton para celebrar el año nuevo, todo esto en metaversos.
Los negocios a través de visitas virtuales ya están en marcha desde hace algunos años. Muchos hoteles o destinos incluso permiten visitas en 3D, y también existe un gran interés por introducir las criptomonedas, Airbnb por ejemplo anunció que están trabajando para brindar esa opción de pago en su aplicación.
En cuanto a los negocios virtuales, los terrenos virtuales ya se venden por sumas de seis cifras. Esto parece ser una locura igual a la que vimos cuando la gente se volcó por comprar dominios web hace ya varios ayeres.
La pregunta es, ¿nos gustará vacacionar en el metaverso? ¿para los inversionistas en turismo será rentable tener presencia en el metaverso? ¿pagaríamos por un masaje en el metaverso si nos venden el equipo completo de wearables que nos colocaremos en la sala de nuestra casa citadina? ¿Nos tomaríamos una foto en la “Torre Eiffel del metaverso para subirla a Instagram?
Yo no puedo pensar en viajes sin sensaciones reales. Sin amigos, sin vino, sin comida, sin mercados, sin olores, sin tomar el metro, sin bailar y cantar en las plazas, sin que las olas me revuelquen, ¿ustedes sí? ¿qué opinan?