Tener un trabajo que te permite viajar a lugares que ni siquiera habías puesto en tu lista de indispensables es, sin duda alguna, una delicia. Y por ahora yo tengo ese privilegio. Hace pocos meses que estoy trabajando en una empresa global y por primera vez viajaré en un mismo año a dos destinos ubicados del otro lado del atlántico.
¿Recuerdan que les había comentado que viajaría a España en mayo? Bueno pues ese viaje fue pospuesto a septiembre, algo que de hecho me gusta porque prefiero mil veces ir a Madrid en otoño. Pero a esa noticia que para muchas personas podría ser no tan buena, le acompañó una que me puso los ojos de plato: en julio haré otro viaje, y esta vez será en un destino que sí me sorprendió y que sí se antoja mucho en verano: ¡Irlanda!
¿Por qué tanta emoción de ir a esta isla? Bueno pues resulta que cuando era una adolescente descubrí que existía un hombre cercano a todo lo que me gustaba: sexy, cabello largo, buen cantante y consciencia política, aunque años más tarde uno de mis profesores me hiciera ver que él no era perfecto pues, su único defecto era ser católico, pero eso es tema de otra historia.
El punto es que este hombre que robó todos mis sueños adolescentes y tapizó todas las paredes del cuarto que habitaba en casa de mis padres es nada más y nada menos que Paul Hewson, mejor conocido como Bono Vox, el vocalista de U2, el más famoso grupo de rock que haya visto nacer la ciudad de Dublín.
Cuando decidí estudiar comunicación, soñaba con viajar a Dublín por lo que veía en los videos ochenteros de este grupo, mucho antes de que fueran internacionalmente un fenómeno de la música. Las calles lluviosas y grises de Dublín me llamaban a gritos.
Los años pasaron y ahora, tres décadas después de mis años de groupie de U2, tendré la oportunidad de visitar Dublín. Por eso he empezado a investigar para poder diseñar, en la medida de lo posible porque voy a un viaje que ya tendrá una agenda prevista, una experiencia viajera que involucre un poco de la historia de U2, cuya música me ha acompañado por más de la mitad de mi vida.
Para ello, no bastará con escuchar atentamente la discografía de mis ídolos, también tratar de entender algunos de los hechos históricos que en sus letras se narran investigando sobre la historia de Irlanda. Hacer esta investigación previa me hará quizá visitar menos iglesias y más lugares relacionados a la historia reciente del país, a los tiempos de la guerra.
En mis primeras pesquisas me he enterado ya de que debo visitar la cárcel de Kilmainham, testigo de la historia pues fue ahí donde confinaron a los rebeldes antes de ser ajusticiados durante los días siguientes al levantamiento. Leí que es impresionante ver las celdas antiguas, el espacio minúsculo en el que podían pasar los presos 22 horas al día, diseñadas sin cristales en las ventanas para provocar una temperatura interior casi al borde la congelación, donde el calor llegaba solo gracias a unas velas. Me asusta un poco la energía que pueda percibir en ese lugar, algo que pasa cuando visitas lugares que han sido marcados por la muerte en grandes conflictos bélicos, sin embargo, me queda claro que es una visita indispensable en Dublín.
Supe también que existe un lugar llamado The Little Museum que tiene una sala entera dedicada a U2, algo que me alegra porque no quiero que me pase como cuando visité Lisboa y al hablar de Madredeus, el único grupo musical portugués que conocía hasta entonces, los locales me veían con cara de “típico de una turista”. No quiero que por ser fan de U2 parezca una turista cliché en Dublín.
Otra cosa que es imperdible, es visitar sus pubs, beber su famosa cerveza Guiness y pasear por la ribera del río Liffey, que atraviesa la ciudad. Pero lo que más me emociona es que Dublín, gracias a The Edge, Adam, Larry y por supuesto Bono, es ya parte de las ciudades icónicas donde se escribió la historia del rock.
Dicen los viajeros con experiencia en Irlanda, que caminar por Dublín me permitirá entender la razón por la cual Bono no quería que el nombre de la banda fuera U2. En los rincones de Dublín crecieron los cuatro músicos que han logrado tener 50 millones de álbumes vendidos, 22 Grammys y varios de los mayores tours de la historia de la música moderna. Sus canciones, muchas de ellas escritas en Dublín, son auténticos himnos generacionales que han marcado a millones de jóvenes en todo el mundo y que han influido de manera decisiva en el rock.
Tanto Bono como The Edge recibieron en el año 2000 el título honorífico de “Freeman of the City of Dublin”. Pero mucho antes de eso, los U2 tocaban en St. Stephen’s Green, un lugar ya desaparecido del viejo Dublín. Ahora hay una placa en su honor, en el mismo lugar donde la banda escribió su página en la historia de la música. Hay muchas atracciones como esta por toda la ciudad, y hay algunas que simplemente no me puedo perder en este viaje musical.
Otro imperdible si quiero conocer los lugares icónicos de mis músicos favoritos es The Clarence Hotel, porque Bono y The Edge son los dueños, pero lo más importante es que justamente lo compraron porque es importante en su historia. Este viejo edificio fue su lugar de reunión en la primera época. Además, la versión de “The Beautiful Day” para el programa de música de la BBC, “Top of the Pops” fue grabada allí.
El corazón de la banda siempre está en Dublín, aunque puedan moverse por el mundo entero. Ahí es donde se formó U2, y su conexión con la ciudad es muy profunda. Hace 40 años, en la escuela Mount Temple Comprenhensive, un póster anunciaba la búsqueda de músicos para una banda desde el tablón de anuncios. Lo había puesto Larry Mullen Jr. Tenía 14 años. Seis personas respondieron, entre ellos Paul Hewson, David Evans (The Edge) y Adam Clayton. Los cuatro se reunieron en el número 60 de Rosemount Avenue, la casa de Mullen. El resto es historia y yo pronto podré visitar estos lugares y sentirme un poquito parte de esa leyenda musical. Esperen a julio la crónica de esta aventura.