No es algo nuevo, un viajero de corazón siempre tiene amigos por el mundo y sabe que eso significa que en algún punto del planeta tendrá las puertas de un hogar abiertas de forma perenne. Sin embargo, lo que antes se hacía sólo entre personas conocidas, o conocidas de nuestros amigos, comenzó a formalizarse con la llegada de redes sociales como Couch surfing. Este es un sitio en internet donde las personas que tienen posibilidad o espacio para recibir visitantes de otros lugares en su casa, lo publican. A la vez, las personas que están planeando un viaje se suscriben, eligen alguna de las opciones y contactan a la persona para preguntarle si pueden visitarle y les permitirían dormir en su sofá.
Esto sin duda, revolucionó la vida de los viajeros porque ya no era indispensable dormir en sucios hostales donde tenías que amarrar tu mochila a la cintura y dormir pegado a la pared en habitaciones con 10 camas que parecían la torre de babel. Muchos de mis amigos mayores viajaron de este modo en los ochentas a Europa. Parecía el sufrimiento obligado del mochilero y hasta se jactaban de esa dosis de dolor que les hizo más fuertes en su primera aventura viajera.
Hoy en día, por fortuna, ya no es necesario sufrir para viajar y conocer nuevas personas. Simplemente puedes llegar y ocupar el sofá cama que algún hospitalario anfitrión pondrá a tu disposición y además tendrás mucho más. Tal vez no un desayuno bufete, ni un coctel de bienvenida o una alberca exótica, pero tendrás un nuevo amigo al que ayudaste a generar un buen karma que la vida le recompensará cuando a su vez, otro anfitrión lo reciba a él cuando decida hacer un viaje por el mundo.
Por supuesto que cuando uno piensa en simplemente contactar extraños por internet y llegar a hospedarse a su casa, podría pensar en mil riesgos, sin embargo yo conozco a muchas personas que han tenido experiencias extraordinarias en couch surfing. Claro que también es posible que si hay química entre las personas que se conocen en una experiencia de este tipo, tal vez no tengas que salir a buscar a tu affaire de viaje en la oscuridad de un bar, porque llegarás a vivir a su casa. Eso ya es decisión de cada quien. Pero en Couch surfing hay de todo, familias enteras que pueden recibir a familias viajeras, con todo y niños e incluso mascotas. Todo sin fines de lucro.
Pero el modelo de tejer redes sólo por buena voluntad tuvo una evolución posterior: los hostess-P2P (Person to Person) es decir, personas que sí cobran por rentar una habitación o incluso departamentos o casas enteras a los viajeros. El mejor ejemplo es Airbnb, que ya puso a temblar a toda la industria hotelera, principalmente del sector low-cost que se estaba olvidando de que la calidad es un elemento obligado al brindar servicios turísticos, aún si tu oferta es de bajo costo.
Airbnb es entonces a los hoteleros como Uber a los taxistas. Conjugó la facilidad de tener redes en internet, medios de pago accesibles y sobre todo, el plus: un modelo de negocio que se centra en el cuidado de los detalles y el servicio cálido y humano, como en casa. Este modelo de negocio se inscribe en el rubro de la economía participativa, que es la misma con la que funcionan redes como Waze, la app de reporte vial; TripAdvisor, la app de recomendaciones para viajeros y muchas otras empresas que están revolucionando la forma de consumo, sobre todo de los más jóvenes, los llamados millenials
No cabe duda que los hoteleros tienen muchas herramientas para ganar esta batalla y no perder tan jugosa rebanada del pastel económico del turismo. Cuentan con infraestructura, recursos, organización pero ¿qué es lo que no le están ofreciendo a los viajeros jóvenes que prefieren una opción P2P?
Pues justamente, el lado humano. Ese romántico toque de los viajes mochileros de los ochenta en los que uno llegaba a casa de la mamá del amigo que conoció en el verano pasado, o de sus abuelos y lo trataban como parte de la familia.
Un lugar donde se escuchen las necesidades del viajero y se diseñen opciones para cada persona, donde conocer al anfitrión, charlar con él y convivir sea parte de la experiencia del viaje.
Además claro, de un mucho mejor precio.
Tan sólo pondré un ejemplo. San Miguel de Allende es un destino que se ha ido a la alza en los últimos años. Es un pueblo mágico pero con un toque cosmopolita, con clase y estilo y con una oferta enfocada al sector de turismo de mayor poder adquisitivo. Sin embargo, olvidan un detalle: también entre los pudientes existen viajeros que van por la vida buscando acumular experiencias cotidianas humanas, y no sólo lujosas.
Estoy planeando visitar nuevamente San Miguel de Allende para festejar mi cumpleaños, que es dentro de dos semanas, así que me puse a buscar opciones de hospedaje. Hice una reservación en booking.com en lo que parecía una opción buena, bonita y barata, la noche de hospedaje me costaría aproximadamente 700 pesos. Mi sorpresa fue que minutos después de recibir un correo de confirmación de la reservación, recibí otro que me informaba que no contaban con terminal de American Express (algo que ya no me extraña porque me pasa con frecuencia) y me pedían que les enviara los datos de otra tarjeta para hacer el cargo y… ahí me fui de espaldas. La cantidad era mucho mayor que la que yo había aceptado al momento de confirmar la reserva. Eso por supuesto me llevó a una cancelación inmediata y a olvidarme de los hoteles, pues entré a TripAdvisor a revisar opciones y comentarios de viajeros y los que estaban dentro de mi presupuesto tenían comentarios dignos de película de Pedrito Fernandez en Vacaciones de Terror.
Entré a Airbnb y el panorama fue otro. Por el mismo precio podía rentar una habitación privada en alguna hermosa casa colonial, o incluso un pequeño estudio independiente. Por un poco más, una casita en el campo donde hasta mi perro puedo llevarme. Me hizo recordar que en San Miguel viven personas normales, familias como la mía, de clase media que ofrecen espacios en sus casas o incluso rentan pequeños estudios en sus jardines o sus traspatios con ese calor de hogar de un pueblo colonial típico mexicano.
Yo me pregunto, a los dueños de los hoteles baratos ¿quién les dijo que ser low-cost es sinónimo de descuido, desatención, abuso y publicidad engañosa? Y a los dueños de los hoteles boutique, ¿quien les dijo que los viajeros queremos que nos diseñen un pueblo de ensueño? lo que los viajeros quisiéramos es conocer la verdadera esencia de un pueblo tradicional mexicano y no una experiencia lujosa diseñada a modo y por supuesto que cuesta un ojo de la cara.
Ahí es donde están perdiendo la batalla frente a las opciones P2P. Cuando uno viaja a un destino es porque quiere vivir unos días ahí, conocerlo, caminarlo, olerlo, degustarlo. No porque uno quiera estar encerrado en un hotel que te ofrece cosas que en tu vida cotidiana ni siquiera pensarías. Claro, hay clientes para todo y estoy segura de que a mucha gente le gustan esas fantasías lujosas que los dejan pobres por el resto del año, pero yo estoy hablando de los viajeros que gustamos de las experiencias sencillas y cotidianas. A nosotros como clientes, señores hoteleros, nos están perdiendo, nuestro corazón ya está surcando los caminos del hospedaje P2P o mejor aún, surfeando en el sofá de algún anfitrión hospitalario, en algún lugar del mundo.