“Los indígenas estamos dispuestos
a combinar tradición con modernidad,
pero no a cualquier precio.”
-Rigoberta Menchú-
Este artículo está siendo escrito el domingo de ramos. Íbamos rumbo a Ocotepec manejando tranquilamente hacía nuestro restaurante favorito, cuando de repente, a la entrada del pueblo, en medio de la calle había un camión de pasajeros atravesado, de tal manera que teníamos que rodear el pueblo para seguir nuestro camino. La gente comenzó a tocar el claxon desesperadamente y otros gritaban para que les abrieran el paso. Decidí desviarme del camino buscando otra ruta y, como siempre, comencé a bromear sin darle importancia a lo que sucedía. Unos metros más adelante, el camino, que era de un solo sentido, se convirtió en doble y era más difícil darle fluidez al tráfico. Una mujer quiso regresar y ahí, en medio de la calle comenzó a hacer maniobras para dar vuelta en “u”, lo cual complicaba la ya de por sí caótica situación. Los conductores, hombres y mujeres comenzaron a gritarle a la pobre mujer. A mí, casi me da un golpe al tratar de echarse de reversa. Le toqué el claxon, al tiempo en que me adelantaba para evitar el golpe cuando se oyó el estruendo. Había chocado contra unas piedras que alguien había colocado para cerrar el paso a otra calle. El caos fue tremendo. Me bajé para ver si se había lastimado mi coche y así fue. Sin contar tantos detalles. Después de gritos e insultos a la mujer, no yo, sino los demás conductores, salimos como pudimos de ese pandemónium. Decidimos regresarnos inmediatamente del lugar. Ya no fuimos a comer a donde queríamos. De todos modos no se podía. Había que dejar el coche por ahí e ir caminando al restaurante. Afortunadamente, ya estoy en casa, escribiendo este artículo. Salí para darme inspiración sobre lo que escribiría y, la verdad, es terrible el sentimiento que tengo en estos momentos. Me puse a pensar en el hecho de la falta de respeto, de empatía y de solidaridad que la gente tiene cuando aplica el concepto de usos y costumbres.
Yo vivía en el centro de Cuernavaca. Cada año recibíamos con mucho cariño, la fiesta de Tlaltenango y la fiesta de la virgen de Guadalupe en el Calvario. Para los que nos visitaban de fuera, era algo maravilloso tener la procesión, la misa, los juegos de la feria y la comida. Pero nunca se ponían a pensar en toda la basura y el caos que los vecinos del lugar teníamos que enfrentar. Si todos esos problemas ya los teníamos. Ahora es peor. En este inicio de siglo hay más vehículos, más personas y, obvio, más problemas. En el caso que comenzó esta historia, nunca vi agentes de tránsito que desviaran, y ayudaran, a los visitantes. No había señalamientos. Tuvimos que buscar algún camino para salir del caos y, cuando pensamos que todo iba bien, como me sucedió, las calles estaban obstaculizadas con piedras. Las cosas ya no pueden ser como antes. Tenemos que modificar algunos patrones en lo que concierne a nuestras fiestas tradicionales. Y no sólo en eso. También he observado como algunas comunidades aprovechan esta historia de los usos y costumbres para hacer lo que se les pega la gana. No permiten la entrada de patrullas. No hay agentes de tránsito o de policía. He presenciado accidentes y los que llegan primero son las “autoridades” del pueblo y ellos deciden quien tiene la culpa y quien es el inocente. Observé como el agente de tránsito que llegó, dijo que era mejor que nos arregláramos ahí mismo, siguiendo el criterio de la gente del pueblo y que él prefería no meterse.
Sabemos que está prohibida la venta de juegos pirotécnicos, y, sin embargo en esos pueblos donde prevalecen los usos y costumbres se siguen vendiendo poniendo en peligro a las personas que los compran.
También he sido testigo de que cuando a la gente del pueblo no le conviene hacer uso del concepto, ahí si quieren que las autoridades tomen cartas en el asunto.
De verdad se tiene que analizar este concepto y aplicarlo de una manera adecuada. Sin exageraciones ni abusos. Los usos y costumbres se refieren más, en mi manera de ver las cosas, a conceptos que deben se deben conservar para preservar nuestras tradiciones ancestrales. Es maravilloso tener la riqueza cultural que tenemos. Muchos visitantes extranjeros se maravillan de ello. Pero se tiene que tener un orden para disfrutar de las mismas. Un orden que permita conservarlas al tiempo que nos permita vivir de manera armónica y tranquila.
Por lo pronto, veo que algo está cayendo del coche. Voy a revisarlo. Espero no tener que llevarlo al mecánico. Felices vacaciones de semana santa. Por favor vayan con cuidado. Y sobre todo, regresen a casa con bien.