“El prejuicio es una carga que confunde
el pasado, amenaza el futuro y
hace inaccesible el presente”
-Maya Angelou-
Todos tenemos opiniones prejuiciadas y prejuiciosas. Desde que nacemos nos van alimentando con creencias y formas de llevar la vida erróneamente. Las creemos a pie juntillas porque nos dan, o por lo menos eso creemos, certeza para conducirnos. Para comportarnos. Para “dirigir” nuestra vida de manera correcta.
Estamos acostumbrados a hacer juicios sobre cosas, conceptos, personas e ideas de manera anticipada. De hecho, es una acción inconsciente. Gordon Allport, psicólogo de la universidad de Harvard, definió al prejuicio como la forma de etiquetar que hacemos de manera negativa, sobre pensamientos que aprendemos desde pequeños. Y es una forma de tomar decisiones firmes y concretas de manera rápida, tomando esa información que ya tenemos sin verificar su veracidad.
En mi opinión, el experimento más interesante que se ha realizado sobre los prejuicios y la discriminación es el de la profesora Jane Elliot en Estados Unidos en 1968. La profesora Elliot decidió hacer este experimento después del asesinato de Martin Luther King, el día nacional de la hermandad, para dejar claro que los prejuicios sólo traían consecuencias negativas a todos los miembros de la comunidad.
Separó a los niños en bloques. Por un lado los chicos y chicas de ojos azules y por otro, los de ojos cafés. Les dijo que como ella tenía los ojos azules, los niños y niñas de ojos azules serían los primeros y que eran más inteligentes que los de ojos cafés. Les dijo que los de ojos azules tenían cinco minutos más de recreo, los de ojos cafés no podían tomar directamente de los bebederos, tenían que usar conos de papel y les prohibió jugar con los de ojos azules porque no eran “tan buenos como ellos”. Además les pidió que se pusieran un collar de tela para que se pudiera notar la diferencia a lo lejos. Ese experimento causó que los chicos se distanciaran entre ellos, que se burlaran porque “los otros” eran menos “inteligentes”. En fin, ese día fue terrible. Hasta peleas hubo. Al día siguiente, la profesora continuó con el experimento pero ahora cambiando los roles. Los elegidos eran los de ojos cafés y los malos eran los de ojos azules. Fueron dos días inhumanos para los chicos. Días caóticos en los que sufrieron por ser “diferentes” a los demás. Y los “mejores” se sentían superiores.
Los prejuicios son malos. Muy malos porque no nos dejan vivir plenamente. Si no hacemos un análisis profundo de nosotros mismos, estamos condenados al sufrimiento y al fracaso. El que no sale de su tierra, está lleno de prejuicios. Anatole France se preguntaba: ¿Qué es viajar? ¿Cambiar de lugar? Y se contestaba: No. Cambiar de ilusiones y de prejuicios. Como ya lo dije, todos estamos llenos de ellos. Pero es importante que no nos dejemos llevar por ellos. Cada día, viendo lo que sucede en nuestra nueva realidad de las redes, estamos expuestos a todo. Cada vez que una persona abre internet aparecen noticias, ofertas, videos y mucha información que va de acuerdo a nuestras preferencias. Hace unos días estuve buscando precios para viajar a una ciudad y ahora, cada vez que veo mi correo electrónico, mi página de Facebook, mi canal de youtube, por todas partes me bombardean con ofertas sobre vuelos y ofertas para esa ciudad. Todo va de acuerdo a mis preferencias, por tanto, hasta los videos e información política que recibo, va de acuerdo a “mis preferencias”. Pero eso no es sano porque mi mente se va enajenando y las redes van alimentando mis prejuicios. Lo mejor es investigar y no sólo seguir alimentando mis preferencias y prejuicios a través de las redes. Sólo el diálogo profundo y sin prejuicios nos llevará al acuerdo. Eso es la democracia. Si nos equivocamos podemos volver a empezar. Esa es la vida.
El tema en nuestra realidad política es el mismo. Aparecen videos e información que alimenta nuestros prejuicios y nos estamos enfrentando entre nosotros mismos. Queremos que los demás piensen como nosotros pensamos. Les mostramos “evidencias” a través de los videos que nos llegan y los compartimos sin ton ni son como si fueran la verdad pura. La verdad absoluta. Pero la verdad, amigos y amigas míos. ¡Ay, la verdad! ¡Valiente es quien dice la verdad, sabiendo que lo perderá todo!
La frase de abajo es mentira.
La frase de arriba es verdad.