“La familia es como la música.
Algunas notas son altas, otras son bajas
Pero siempre es una hermosa canción.”
Anónimo
La madre Teresa de Calcuta decía que para promover la paz fueras a casa y amaras a tu familia. La familia es el centro de todo. Nuestra fuerza, nuestro equilibrio. El lugar donde aprendemos a convivir. Donde aprendemos a amar. Donde aprendemos a solucionar nuestras diferencias. No hay familia perfecta. A veces uno discute, pelea y, muchas veces, en esa disputa tan terrible, dejamos de hablarnos. A veces tardamos en reconciliarnos pero, finalmente, el amor nos devuelve al camino perdido.
Pero, ¿qué es la familia? ¿Existe sólo un tipo o concepto de familia? Esto es muy importante porque por un lado, el desarrollo social nos va dando diferentes modelos y las instituciones no se dan cuenta o sólo quieren ver lo que les place o lo que les conviene y, por otro, la misma dinámica social va cambiando las cosas y hay quienes quieren seguir viviendo en el pasado.
Mucha gente sigue teniendo sólo un concepto de lo que es la familia. Y ése es el de la familia nuclear, es decir, la unión entre un hombre y una mujer y su descendencia. Sin embargo, esa dinámica social de la que hablo ha cambiado radicalmente ese concepto. Actualmente, se reconocen a nivel sociológico y psicológico los siguientes conceptos de “familias”: La familia nuclear, ya definida; la familia extensa, es aquella que se conforma de los abuelos, tíos, sobrinos y otros parientes consanguíneos o afines; La familia monoparental, es aquella en la que los hijos tienen a un solo progenitor; la familia reconstituida, ensamblada o mixta, es aquella en la que alguno o los dos miembros de la pareja vienen de otras relaciones y tienen uno o varios hijos de esas relaciones anteriores; hay familias homoparentales que son aquellas en las que hay una pareja de hombres o de mujeres que se convierten en progenitores de uno o más hijos y, familias de padres separados, en la que los hijos conviven con un solo progenitor porque se divorciaron o se niegan a vivir juntos pero se debe seguir cumpliendo con el papel de padres.
Esta dinámica social nos enseña que las leyes y las instituciones deben cambiar a la par que la sociedad y ajustar la normatividad para que haya un equilibrio y un reconocimiento. En este caso, siempre he sugerido que se cambien los conceptos adaptándose a la realidad que vivimos. Si analizamos el artículo 22 del Código Familiar para el estado de Morelos que a la letra dice: “La familia Morelense es una agrupación natural que tiene su fundamento en una relación, estable entre dos personas (antes decía “entre hombre y mujer”) y su plena realización en la filiación libre, consciente, responsable e informada, aceptada y dirigida por la pareja, unidas por el vínculo del parentesco, del matrimonio o del concubinato, a la que se le reconoce personalidad jurídica. Si analizamos, en esta definición faltan inclusiones, de acuerdo a lo que vivimos.
Pero, ¿por qué hablamos de las familias en este momento? En mi muy humilde opinión, considero que todas las crisis de valores que estamos atravesando, se originan precisamente en el seno familiar. Si la cabeza de familia enseña a los hijos a respetar, a ser responsables, a cumplir la palabra, a decir la verdad, a hacer los deberes que les corresponden de una forma amorosa y amable, los hijos serán gente de bien y sabrán conducirse en la convivencia diaria. Pero si se da todo lo opuesto, entonces nos tendremos que atener a las consecuencias. Nadie nos enseña a ser padres, y, muchas veces, en esa ignorancia de ser guías, no podemos conducir a nuestros hijos. Es entonces cuando los echamos a perder.
Y esto también se aplica a nuestros gobiernos, y, que en este caso particular se ven los resultados de tener funcionarios que roban, que engañan, que se enriquecen a costa de la población y que dicen mentiras abiertamente en los medios para lograr sus fines perversos.
Me da tristeza, y al mismo tiempo me enoja ver cómo nos estamos destruyendo entre nosotros mismos. El atentado de esta madrugada en Plaza Marina, refleja la descomposición por la que atraviesa nuestra comunidad. Yo no quiero esta historia de terror para mis hijos. Yo quiero vivir en armonía, sin temor. Quiero vivir en paz. Quiero caminar por las calles como cuando era niño. Cuando atravesaba todo el centro de la ciudad para ir a visitar a mi abuelita en la colonia del Empleado, sin importar si era de día o de noche, contemplando como caía la tarde y cantando una canción en mi mente. Quiero un mundo mejor para mis hijos y los hijos de mis hijos. ¿Podremos hacerlo?