“Voy a buscarte, voy a encontrarte,
voy a llevarte fuera del mundo,
fuera del mundo.”
-Óscar Chávez-
Confieso que hoy me siento herido. Me siento vulnerable. Puedo no creer en la pandemia, puedo inventarme que todo también es inventado. Y, sin embargo, se mueve. Se mueve y tiembla la tierra entera. Todos los países y nuestra gente se convulsionan ante esta crisis. Nos damos cuenta que hay muchos héroes y heroínas allá afuera haciendo las actividades que deben hacerse aun con la pandemia acechándolos, aún con las probabilidades de que se contagien. Y ya ha sucedido, trabajadores de limpia, bomberos, policías, enfermeras, médicos, trabajadores de los servicios de salud, los periodistas, todos ellos que a cada momento se ven de frente con la amenaza, siguen sus funciones. Algunos de ellos han fallecido. Y hay personas que siguen sin creer. Y no solamente se tienen que enfrentar, estos héroes y heroínas, a la amenaza de la muerte, sino que también se tienen que enfrentar a esas personas imbéciles que las atacan, sin ponerse a pensar que, si no fuera por ellos, todo sería más caótico.
Todos, la sociedad entera, debemos reconocer y agradecer la labor del personal mencionado, que está dando la vida por nosotros. Yo, desde la seguridad de mi hogar, reconozco y agradezco su labor, y al mismo tiempo comparto su dolor por los compañeros que han fallecido debido a la pandemia.
Sigo sin creer que mi querido amigo Mike, Miguel A. García Tapia, conocido periodista, haya fallecido debido a este virus infernal. La muerte duele, pero duele más cuando te toca de cerquita, dice la voz popular.
Y nadie se salva, la muerte no distingue entre ricos y pobres, se los lleva a todos por igual. Por eso, decía en artículos anteriores que tan importante es la empatía y la solidaridad. Sólo juntos, de manera solidaria, podremos salir adelante.
Y en el caso nacional, es difícil creer, mejor dicho, es difícil aceptar, que Óscar Chávez, el Caifán Mayor, “el que las puede todas”, quien representó la voz en el desierto de los desposeídos, el que les cantaba a los políticos a cada rato ante las masas, y cada seis años, al cantarles “la casita”, también haya sucumbido ante la pandemia.
Y así como ellos, Mike y Óscar, también se fueron Luis Eduardo Auté, magnífico cantautor español y Marcos Mundock, la voz de “Les Luthiers”.
Y lo malo, no es que se hayan ido, todos nos marcharemos algún día, el problema lo divido en dos partes: uno, los que se fueron, y los que se irán, debido a esta pandemia maldita, y dos, los que se fueron, y los que se irán por razones diversas a esta crisis que vivimos. Pero a quienes, de todas maneras, no pudimos, y no podremos, acompañar como es debido. Se fueron, los que se han ido, sólo acompañados, tal vez, de sus familiares. Pero al final, se están yendo solos. Espero, que al final del túnel, cuando veamos la luz, si es que la vemos, hagamos lo que tengamos que hacer para recordarlos.
Estoy en este mundo, aquí vivo, pero también quisiera, como Óscar Chávez, llevar lo que quiero fuera del mundo e inventar otro.
Decía Bukowski: “todos vamos a morir, todos. ¡Qué circo! Sólo eso debería hacernos amar los unos a los otros, pero no. Todos estamos aterrorizados y aplastados de trivialidades. Estamos comidos por la nada”.
Dejemos el terror a un lado, inventemos un mundo mejor. Todo es necesario, todos y todas son necesarios. Hay mucho que hacer a pesar del confinamiento, a pesar del dolor, no te desanimes, no te quedes sentado. Porque como dijo Gregorio Marañón: “Vivir no es sólo existir, sino existir y crear. Saber gozar y sufrir, y no dormir sin soñar. Descansar es empezar a morir”.
Qué la “sana distancia” nos acerque más.