Las fake news han sido conceptualizadas como la divulgación de noticias falsas que provocan un peligroso círculo de desinformación. Las redes sociales permiten que los usuarios sean productores y consumidores de contenidos a la vez, y han facilitado la difusión de contenido engañoso, falso o fabricado. Esto, obviamente, genera un círculo vicioso, y una noticia falsa se replica miles de veces en cuestión de segundos.
Se dice que siete de cada diez personas, reciben una noticia falsa, al menos, una vez al día. De igual manera, hay un estudio que dice que sólo tres de cada veinte personas pueden distinguir una noticia falsa de una verdadera. Y lo peor no es esto. De acuerdo a las investigaciones, se afirma que para el año 2022, la mitad de las noticias que recibamos serán falsas.
Esto que menciono es lo que ahora se llama “posverdad” o “postverdad”. Término definido por el diccionario de Oxford (post-truth) como la palabra del año en 2016 y se refiere a las circunstancias en que los hechos objetivos son menos importantes a la hora de modelar la opinión pública que las apelaciones a la emoción o a las creencias personales. La Real Academia define el término “posverdad” como la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Dicho de otra manera, este concepto establece que entre la verdad y la mentira hay un territorio de aguas turbias que escapa a esas dos definiciones.
En el mito de la caverna de Platón, el filósofo planteaba que la verdad es independiente de nuestras opiniones. Estará siempre ahí, aunque nadie crea en ella. Es una visión muy idealista sobre lo que existe.
Sin embargo, esta idea tan poderosa también tiene un lado oscuro: la mentira también puede subsistir y acaparar toda la atención porque, si bien no describe fielmente la realidad, no le hace falta; simplemente "funciona" en nuestras cabezas. Nos permite construir un relato sobre nuestras vidas. Por eso sobrevive. La objetividad importa mucho menos que el modo en que lo que se afirma encaja con el sistema de creencias que sentimos nuestro y que nos hace sentir bien.
Todo esto me produce mucho ruido intelectual porque me parece increíble como una gran cantidad de personas cree en las fake news. Y lo peor, es notar que muchas personas “educadas”, propaguen en las redes sociales y en los grupos de whatsapp las mismas de manera arbitraria, aunque también, me parece muy obvio, que lo hacen para influir en la opinión de otras personas más débiles para conseguir sus fines.
A este concepto de “posverdad”, se le ha agregado otro llamado “alternative facts” o “hechos alternativos”. Es un eufemismo, en mi opinión, para la palabra “mentira”. Pero con un matiz: los hechos alternativos, a diferencia de las mentiras en general, tienen detrás un potente aparato mediático y propagandístico que los respalda y que hará todo lo posible por hacer que esas falsedades parezcan explicar la realidad o, al menos, que no parezcan mentiras.
En “La microfísica de la Posverdad”, ensayo de Hugo Pardo Kulinski, se afirma que la comunicación política sabe desde siempre que, entre racionalidad y emoción, predomina la emoción, y que la manipulación, las medias verdades o directamente las mentiras estratégicas hacen su juego para construir una base electoral o, peor aún, consolidar una idea política.
Es decir, que estos conceptos no son recientes, y que siempre han sido utilizados en la política. El problema es que ahora están siendo utilizados, subrepticiamente en las redes para mover los sentimientos de la gente. Para alterar su sistema de creencias.
La Federación Internacional de Periodistas, considera pertinente abordar una publicación que tenga como fin esclarecer y visibilizar el fenómeno de las Fake News, a modo de guía para periodistas y para la sociedad en general para identificarlas, evitar su reproducción y desmentirlas. Para frenar el círculo de desinformación, es importante que tanto periodistas como ciudadanos puedan tomar conciencia de que es una cuestión que tiene incidencia en la sociedad en su conjunto, que afecta la integridad democrática y que debe ser abordada en sus dimensiones política, social y cultural.
la desinformación y la propaganda afectan intensamente a la democracia, erosionan la credibilidad de los medios de comunicación tradicionales, interfieren con el derecho de las personas de buscar y recibir información de todo tipo, y pueden aumentar la hostilidad y odio en contra de ciertos grupos vulnerables de la sociedad (lo estamos viviendo en México). También destacó la importancia de tomar iniciativas desde la sociedad civil y los medios de comunicación para identificar noticias deliberadamente falsas, desinformación y propaganda, y generar conciencia sobre estas cuestiones.
Para lograr una cultura de paz, es urgente que esto se acabe. Esto es lo que provoca la polarización en la sociedad. Actualmente vemos a muchos periodistas, influencers y líderes de opinión que manipulan la verdad, tanto en medios tradicionales como en las redes sociales, y que nos hacen enfrentarnos entre nosotros, promoviendo así, una cultura de odio y de enfrentamientos cuando lo que necesitamos en nuestro México es promover la reconciliación.