“No quiero sentirme valiente
cuando salga a la calle,
quiero sentirme libre.”
Anónimo.
Tengo una hija hermosa, inteligente y que cree en lo bueno del ser humano. Es una jovencita que ve el futuro con esperanza pero que, sin embargo, también se desilusiona por la violencia con la que se vive hoy en día.
La violencia con la que se vive actualmente no es la misma que viví en mi juventud. Y creo entender por qué. Antes la mujer dependía del hombre, y la educación dictaba que la mujer era para atender a sus hijos y tener la casa limpia, la ropa del marido bien lavada y planchada. Y en la mayoría de los casos, se aplicaba aquel viejo dicho: “La mujer como la escopeta, cargada y detrás de la puerta”.
Yo soy parte de esa generación en la que en la casa se hacía lo que el marido dijera. Mi madre sufrió mucho, pero aceptaba su situación porque ese hombre se lo había dado Dios como su marido y había que guardarle “respeto”. Por eso aguantaba todo. Por eso, y porque no quería que la gente dijera, en el caso remoto de una separación, que los suyos eran hijos sin padre. Pero hay que ser claros, muchos hombres se pasaban de la raya y ejercían una violencia terrible sobre sus esposas. Afortunadamente hubo muchas mujeres que pelearon por sus derechos y poco a poco se han ido reivindicando, y, actualmente, las mujeres son libres para tomar decisiones sobre cómo vivir, cómo vivir y cómo comportarse, entre otras cosas.
Sin embargo, todavía hay mucho qué hacer con el comportamiento de algunos hombres hacia las mujeres. Estoy seguro, los hechos lo confirman, que todavía hay muchos que se educaron en el oscurantismo y que siguen maltratando a la mujer. Y todavía hay mujeres que han sido educadas para obedecer al hombre. Lo cual es una vergüenza.
Tenemos que legislar de manera inmediata para que se castigue el comportamiento de los hombres hacia las mujeres en la vía pública. La forma de mirarlas en las calles, los “piropos” de mal gusto, los tocamientos que algunos se atreven a hacerles a las mujeres, entre otras cosas. Y, sobre todo ser más enérgicos con los ataques de algunos hombres hacia ellas al grado de quitarles la vida.
La primera vez que supe de una agresión a mi hija, me enojé tanto, que salí corriendo a la calle para buscar al agresor. Venía mi hija de regreso de la escuela y un tipo la siguió en su motocicleta diciéndole de cosas. Afortunadamente, ella estaba cerca de la casa, gritó, salí corriendo a buscar al tipo, pero desafortunadamente ya había escapado. Es gente cobarde que se aprovecha de su fuerza física para hacer daño.
Lo sabemos, todo viene desde la familia. Hay quienes han sido educados como debe ser, hay otros que rompemos el molde, pero hay otros que siguen repitiendo el mismo patrón.
Yo estoy a favor de la no violencia. Estoy en pro de una cultura de paz, y para lograrla necesitamos de tres apoyos, principalmente. Uno de ellos, el principal, es la familia, otro es la escuela y el otro son las políticas públicas que se implementen desde el gobierno.
Un factor que hay que cuidar, y mucho, son las relaciones de pareja en los jóvenes, porque ahí se comienza a formar su futuro. Y en este rubro, la escuela puede hacer mucho implementando programas que traten el tema de la violencia en la pareja. Esto no es nuevo. Recuerdo hace muchos años que en una de las instituciones educativas universitarias donde laboraba como catedrático, se implementaron actividades para que la comunidad estudiantil pusiera atención en este problema.
Y es, en este sentido que comparto algo que recibí hace unos días y que siento que tiene mucho de razón: ¡VETE A LA PRIMERA, SIEMPRE A LA PRIMERA! A la primera que te diga, que te exija hacer lo que no quieres. A la primera que te menosprecie en público o en privado. A la primera que te demuestre que tú tienes más obligaciones y menos derechos que él. Vete en la primera vez que, en medio de una discusión, le pegue a la pared. Vete la primera vez que te vea divirtiéndote y te corte la diversión. A la primera vez que te vea brillando y no lo soporte. A la primera vez que lo veas admirando a una mujer vestida con esa misma ropa que él no te deja usar. Vete la primera vez que te diga “Yo soy así. Y punto”. La primera vez que te diga "¿Tan arreglada vas a ir?" Vete cuando te aplaste el ego. Cuando te mate los sueños. Cuando se ría de tus ideas. Cuando rechace tus planes. Cuando te controle. Cuando te insulte. Cuando te humille. Cuando minimice lo que te duele. Cuando te rompa. Cuando te culpe. Cuando te traicione.
Por favor no aguantes. Vete a la primera, ya que, si no haces esto, no habrá segunda oportunidad para ti.
Ámate, valórate, date el lugar que te mereces, para que aprendas a ver estas señales con anticipación y puedas accionar con sabiduría. Y recuerda: Si quieres puedes darle una segunda oportunidad, pero si a pesar de eso lo sigue haciendo, entonces sal de ahí. Vete. Y por favor vete, ya no mires hacia atrás.
Y esto, aunque mucha gente no lo crea, también aplica para los hombres.