“El niño que a los ocho años recibe
una buena bofetada de sus padres aprende
que los conflictos se resuelven a golpes
y que los fuertes pueden imponer
sus puntos de vista sobre los débiles.”
Carlos González.
Muchas personas me preguntan si es posible evitar el conflicto en las relaciones humanas. No es una pregunta fácil de contestar, porque si lo hago desde el punto de vista de lo ideal, estaré hablando de contradicciones. Y si lo hago desde el punto de vista de lo realista, ahí estaré pisando terreno fangoso. Porque podría estar hablando desde un punto de vista, tal vez, tendencioso.
De acuerdo a la mediación, que es el punto de vista desde el que ahora veo las cosas, el conflicto es parte de la naturaleza del ser humano, comenzando por el conflicto intrapersonal: No me gusta cómo soy, siempre me meto en problemas, no me gusta mi cuerpo, siempre me enojo conmigo mismo porque las cosas no salen como yo quiero, los comentarios de la gente me ofenden constantemente, siempre quiero imponer mi manera de pensar, entre otros conflictos que tiene la persona de manera interna.
Sólo hay una persona que puede solucionar este tipo de conflictos. Ése eres tú mismo. Y si crees que puedes, estás en lo correcto. Si crees que no puedes, también estás en lo correcto.
Y, obviamente, si tenemos nuestra manera muy personal de ver las cosas, cuando convivimos con otra u otras personas, también se va a dar el conflicto, precisamente por esa manera tan personal de ver la vida. Nuestras ideologías, convencionalismos sociales, la religión, lo que me han enseñado mis padres y otras formas de ver la vida que hemos aprendido, harán que, en algún momento de nuestra vida, se dé un conflicto con los demás. Estos son los conflictos llamados interpersonales.
La Dra. Leticia García Villaluenga, en un pequeño ensayo llamado: “Mediación en comunidades universitarias”, nos dice que “el conflicto es consustancial a la naturaleza humana y, por tanto, está presente en todas las manifestaciones de nuestra vida (familia, amigos, relaciones de vecindad, trabajo…) y en todos los niveles del comportamiento humano: intrapersonal, interpersonal y grupal. Hablar de conflicto es hacer referencia a situaciones habituales de la convivencia y de las relaciones humanas en las que los valores, necesidades, deseos, expectativas o intereses son o se perciben como opuestas.
Una vez hecha esta aclaración, podemos estar seguros de que los conflictos siempre estarán presentes en nuestro diario vivir, en nuestro diario lidiar con la cotidianidad.
El punto importante aquí es cómo gestionamos el conflicto, es decir, cómo nos enfrentamos a él para darle solución.
Hay personas que hacen de cuenta que no hay problema. Al rato todo se va a arreglar solito. Tómalo con calma. Otros lo van postergando, aun cuando saben que el conflicto se está haciendo más y más grande cada vez, se angustian y aterran, pero lo hacen a un lado. Lo “olvidan”. Otros más, cómo lo dice el epígrafe que acompaña esta columna, quieren resolver todo por medio de la violencia de cualquier tipo: física, psicológica, económica, etc.
Como podemos observar, el conflicto, puede “resolverse” de cualquier manera. Pero de las anteriores, ninguna es la mejor opción.
Jonathan Swift, escritor irlandés del siglo XVII, mundialmente conocido por su obra “los viajes de Gulliver” -que debo mencionar, mucha gente piensa que es un libro infantil, y no lo es, pues en esta obra hace una crítica mordaz de la sociedad humana- hace referencia a los conflictos sociales de la siguiente manera: “Podemos observar en la república de los perros que todo el Estado disfruta de la paz más absoluta después de una comida abundante, y que surgen entre ellos contiendas civiles tan pronto como un hueso grande viene a caer en poder de algún perro principal, el cual lo reparte con unos pocos, estableciendo una oligarquía, o lo conserva para sí, estableciendo una tiranía.” Duros comentarios que pueden hacer que un conflicto se haga más denso y difícil de solucionar.
Luego entonces, los conflictos se deben gestionar desde otro ángulo. La mediación ofrece hacerlo desde una perspectiva diferente.
Y antes de presentar esta forma diferente de gestión del conflicto, permítanme decir que en nuestra cultura hemos aprendido a “solucionar” el conflicto imponiendo la ley del más fuerte. Y en el caso específico de una demanda judicial, quien decide cuál es la solución es un tercero que se llama “juez”, quien basa su decisión en la “verdad legal”, la cual, lo sabemos todos, muchas veces está plagada de mentiras.
Esta perspectiva de solución de conflictos de la que hablaba anteriormente, nos dice que debemos abordar el conflicto desde una perspectiva más abierta. El conflicto, al ser una parte natural del ser humano, nos indica que hay cambios que debemos hacer para mejorar. El conflicto, en mi opinión, es sinónimo de crisis. Me encuentro en una encrucijada en la que tengo que tomar la mejor decisión para mejorar en mi vida. Y ese conflicto, en lugar de hacerlo más complicado con la intervención de una demanda judicial, en la que habrá un ganador y un perdedor, lo puedo solucionar siguiendo un esquema en la que no hay perdedores, porque la mediación se realiza bajo un esquema ganar-ganar. Son las partes en conflicto, quienes, con la guía de un mediador, encontrarán la mejor solución para resolver el problema.
Atentos a la siguiente columna en la que abundaremos más sobre este tema.